Martirologio (2015) |
Este post abre con una pintura de Marcia Schvartz, porque antes que nada hay que ver lo que hace. El 19 de octubre inaugura una muestra en el Museo Fortabat. Una invitación a meter las patas en la fuente... (por Chasquido y Brócoli).
En su estudio de San Telmo, Marcia Schvartz nos recibe,
se sienta en su sillón y no deja de moverse, expresiva, durante toda la charla.
Su reflexión filosa, de la ironía a la indignación, penetra y desmenuza la
situación actual del arte y el mundo que lo rodea entre risas y carcajadas. Marcia
habla a través de su trabajo y no del relato que se hace sobre él. Se trata de
un gesto, una ética y una actitud vital que va a contramano de la época, que
demanda cada vez más traducir a palabras el “sentido” de una obra plástica,
como si esta sufriera de algún tipo de invalidez y no pudiese sostenerse por sí
sola.
La charla comienza comentando la relación entre arte y
mercado, donde las obras quedan reducidas a mercancía pasatista, un espacio que
goza de un dominio amplio y bien protegido. En estos circuitos poderosos, el
arte que no se amolda a esos criterios no es bienvenido. Aunque ese sea el
panorama predominante, Marcia Schvartz no se suma a la corte: “No soy funcional
a ese tipo de movidas, es para tipos que laburan en serie, que hacen bussines
con los galeristas, con los que manejan las bienales, con los ‘cureitors’
internacionales. ¿Hace falta ser tan cipayo? El circuito oficial de arte está
casado con el mercado. No importa si hay un artista interesante con una imagen
propia, a nadie le importa nada de eso. Si lo que hacés no les es funcional,
quedás radicalmente afuera.”
El grito sagrado (2015) |
En Argentina, cierta fauna de élite ocupa los museos y las
galerías y, a la manera de Adolfo Alsina, construyó un sistema de zanjas,
fuertes y terraplenes para clausurar el acceso del público más amplio. Este
sistema basado en la exclusión también educa determinados modos de apreciar el
arte: “Pero, fijate, vos ponés una obra en la vereda y la gente se para, la mira
y la disfruta. Además te lo agradece con mucho afecto, porque le hace bien. ¡Esto
lo he experimentado en lugares totalmente disímiles! Por eso yo trato de hacer
las cosas como se me canta. Hay un grupo que se llama Museo Urbano que hace
muestras en hospitales, como el Clínicas, el Argerich, el Vélez Sarsfield.
Ellos me invitaron, y está bueno porque son espacios no convencionales. En el
Muñiz es increíble, ahora está exponiendo Germán Gárgano. Cuando hice la
muestra Marciamundi, en la villa 21-24 de Barracas, ¡fue una fiesta! La gente
iba, miraba con un desprejuicio total, se mataban de risa. Lo mismo pasó ahora
que expuse en Perico, Jujuy. A la gente le encanta la pintura, el dibujo… salvo
que les duela la cabeza, qué sé yo…”.
Schvartz posee un tipo de erudición que no suplanta o deja
en segundo plano a la obra de arte, su propuesta se ancla vigorosamente en
destacar el valor de la experiencia y dejar que el público decodifique lo que
ve de acuerdo con su propia sensibilidad. Según Marcia, los artistas cada vez
ocupan un rol más marginal en su propio mundo vital, pues son otros los que
definen qué es arte y qué no: “Hay tanto blablablá, que quedé un poco asqueada
de tanta teoría. Nos fueron arrinconando a los dibujantes, a los pintores, a
los escultores. Por eso, en lugar de leer y discutir teoría prefiero defender
el lugarcito que nos dejaron. Defender
el espacio del trabajo, del oficio como
sostén de una práctica artística que
existió con mucha fuerza”.
–Pero, ¿quiénes los arrinconaron?
La lista (2015) |
–Todo esto empezó en los sesenta. Lo que pasa es que se ha
hecho una mala interpretación, hay una sobrevalorización del instituto Di
Tella, bancado por Rockefeller, donde sí hubo buenas muestras, pero donde
también comenzó esa tendencia al grupúsculo, como un lugar cerrado. En los
sesenta estaba todo muy politizado, y los artistas también, pero estos no
estaban ahí adentro, en el Di Tella. Ese era el lugar del imperio, aunque ahora
lo levantan como un lugar emblema. Ahora el espacio del arte es cada vez más
elitista, la gente que maneja todo este mercado no quiere que se abra, no
quieren que vaya gente como ustedes, quieren que vaya gente de guita. Una
suerte de club cerrado donde los artistas son la troupe que les hace el juego. Pero
no solamente acá, es una tendencia mundial. Esos lugares cerrados, esas
inauguraciones donde no te dejan entrar si no estás en la lista, antes no
existían. Son como fiestas bizarras con pieles, ostentación, cosas increíbles.
–En ese sentido, ¿se puede decir que los ‘80 fueron una
isla?
–Bueno, es que ¡había un off!, hoy no existe ese circuito.
Los ochenta fueron una rareza, por la vuelta de la democracia y en algún
momento se puso de moda la pintura, eso apuntaló un poquito, pero fue por poco
tiempo, unos tres o cuatro años, después avanzó el mercado y ¡tac! Se llevó
todo puesto. Había un montón de gente que después de la dictadura tenía una
necesidad tremenda de salir y hacer cosas. Se había armado un circuito entre el
Rojas, el Parakultural, La Verdulería, Cemento, y otros lugares por donde
circulaba gente que estaba harta de todos esos años de inmovilidad y silencio.
Yo siempre digo que el teatro fue lo más interesante que pasó en esa época, y
con esa movida venía todo este otro mundo, de los vestuarios, las performances,
la pintura, las instalaciones, etc. Estábamos solos. Llevábamos las obras en
colectivo, todo autogestionado. Fue efímero y no tuvo apoyo.
Foto de Edgardo Gómez |
"Hay muchos teóricos que dicen
que hace años que no ven nada original. No sé para dónde miran. Incluso ahora
vuelven a ensalzar como hecho artístico el ready made por sobre la obra de
alguien que construye una imagen propia en su taller".
"Cuando hice la muestra Marciamundi, en la villa 21-24 de Barracas, ¡fue una fiesta! La gente iba, miraba con un desprejuicio total, se mataban de risa. Lo mismo pasó ahora que expuse en Perico, Jujuy. A la gente le encanta la pintura, el dibujo… salvo que les duela la cabeza, qué sé yo…”.
Foto de Edgardo Gómez
–En medio de este panorama, bastante desolador, ¿hay espacio para la creación de una obra personal?
–Yo creo que se puede, aunque hay muchos teóricos que dicen
que hace años que no ven nada original. No sé para dónde miran. Incluso ahora
vuelven a ensalzar como hecho artístico el ready made por sobre la obra de
alguien que construye una imagen propia en su taller. Cuando digo estas cosas
me ven como a un monstruo vetusto que está diciendo una barbaridad. Yo no tengo
problema, estoy acostumbrada. Pero entonces te encontrás con un diario
intervenido con circulitos y eso es “la gran obra de arte”.
–¿Los artistas quedaron hechizados por el canto de las
sirenas de la teoría y el mercado?
–Es que también coparon los espacios de estudio. Antes del
IUNA, en los estudios en Bellas Artes, tenías más práctica vinculada al oficio
artístico, y menos materias teóricas en comparación con lo que es hoy. Pero
ahora el tiempo de taller se ha disminuido al mínimo, fue sobrepasado por la
teoría y la hiperteorización. En la educación misma del artista están metidos. La
Belgrano es una excepción, pero su diploma te habilita para menos cosas. Es un
problema, porque a muchos pintores no sólo no les gusta la teoría, sino que
tienen un rechazo, pero no arbitrario, les trabaja otra zona de la cabeza,
tienen otro tipo de preocupaciones, entonces entrar en ese mundo teorizado les
cuesta mucho. El resultado es siniestro, porque aniquila a aquel que tiene la
capacidad creadora, y cuya preocupación está en hacer, concretar, crear. Esa es
una necesidad y una estructura de trabajo. Hay muchos pibes así, yo los detecto
inmediatamente.
–¿Qué le dirías a un artista en formación?
–Que no pierdan el oficio, que no dejen de trabajar, las
cosas salen de ahí. Allí se arma una obra, si no experimentás, si no arriesgás,
no podés desarrollarte ni avanzar. Es la base para que sucedan las cosas. Hay
que estudiar y trabajar, estudiar dibujo, pintura, grabado, el esfuerzo es
tiempo. Ahí surge la magia. Por supuesto, puede que no siempre te salga algo
original, pero un artista es un mirón, alguien que va por la vida mirando. Y
mirar es pensar, el ojo es la mente, cuando mirás estás pensando, un cuadro es
una idea. Uno está en un viaje muy personal y a esos pibes hay que apoyarlos y
sostenerlos para que no abandonen o caigan en lo que el mercado les está
demandando.
La muestra Ojo, 19 de octubre en el Museo Fortabat
El ojo de Marcia Schvartz construye una constelación de personajes y situaciones que danzan de puntillas en el filo entre la comedia y la tragedia, la empatía y el grotesco. Crónica social, relatos del pasado y del presente, universos íntimos; en su trabajo aparecen desde personajes públicos hasta los habitantes invisibilizados de la ciudad. Sus obras pertenecen a ese raro grupo que permite que tanto el especialista como el espectador no versado puedan disfrutarlas.
Ojo es el nombre de la muestra que inaugura el 19 de octubre en el museo Fortabat. Es una invitación a meter las patas en la fuente, a encontrarse con un arte que llama a ser contemplado por todos. “Esta exposición tiene trabajos que vengo haciendo hace varios años. Hay una serie sobre el peronismo. Generacionalmente me toca. Están López Rega e Isabel, personajes de los que no se habla. Isabelita tendría que estar en cana. Hay tipos de 30 años que se la confunden con Evita, por eso a la muestra casi le pongo Instrucción Cívica. Hay un cuadro que se llama Unasur y una serie que se llama “Las conchudas”, otra “El tren fantasma”. La toma de la Belgrano, Gran premio nacional 2013, también va a estar expuesta. La selección la hicieron dos curadores que elegí yo, Gustavo Marrone y Roberto Amigo”.
Foto de Edgardo Gómez |
El ojo de Marcia Schvartz construye una constelación de personajes y situaciones que danzan de puntillas en el filo entre la comedia y la tragedia, la empatía y el grotesco. Crónica social, relatos del pasado y del presente, universos íntimos; en su trabajo aparecen desde personajes públicos hasta los habitantes invisibilizados de la ciudad. Sus obras pertenecen a ese raro grupo que permite que tanto el especialista como el espectador no versado puedan disfrutarlas.
Ojo es el nombre de la muestra que inaugura el 19 de octubre en el museo Fortabat. Es una invitación a meter las patas en la fuente, a encontrarse con un arte que llama a ser contemplado por todos. “Esta exposición tiene trabajos que vengo haciendo hace varios años. Hay una serie sobre el peronismo. Generacionalmente me toca. Están López Rega e Isabel, personajes de los que no se habla. Isabelita tendría que estar en cana. Hay tipos de 30 años que se la confunden con Evita, por eso a la muestra casi le pongo Instrucción Cívica. Hay un cuadro que se llama Unasur y una serie que se llama “Las conchudas”, otra “El tren fantasma”. La toma de la Belgrano, Gran premio nacional 2013, también va a estar expuesta. La selección la hicieron dos curadores que elegí yo, Gustavo Marrone y Roberto Amigo”.
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