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22 jul 2018

Entrevista con Carlos Busqued


Entrevista con el autor de Magnetizado, un libro de no ficción en el que condesa un año de conversaciones con un asesino en serie. Busqued ensambla las partes de una historia de vida fuera de lo común utilizando dos herramientas tan raras como valiosas: escuchar y escribir.   
Foto: Diego Martínez



Primero, el caso: con más de 35 años preso, Ricardo Melogno es el detenido “más antiguo en un dispositivo psiquiátrico”, según informa la Procuración Penitenciaria de la Nación. Aun cumplida su condena, nadie se anima a firmar su libertad definitiva. A sus 19 años, Melogno cometió cuatro asesinatos idénticos a lo largo de una semana. Luego se detuvo. Durante un mes la policía investigó sin ningún resultado. La cobertura periodística estaba tan extraviada como la Justicia y daba rienda suelta a morbosas hipótesis. 


“Es el que viene”, esa seguridad interior impulsaba a Melogno a parar un taxi, indicar una dirección cerca de la casa de su madre para luego asesinar fríamente al chofer de un disparo en la sien derecha. Después del homicidio, se fumaba uno o dos cigarrillos en el auto y al terminar se iba a comer a una pizzería. Más tarde colocaba los documentos de sus víctimas en un pequeño altar en un cobertizo de su casa paterna. Finalmente, su hermano y su padre lo entregaron al juez con la promesa de que no lo lastimarían: “era una policía brava la de aquella época, muy de apremios ilegales”, le apunta el magistrado al escritor.



Hace casi diez años, Carlos Busqued impactó con su novela Bajo este sol tremendo. Este año, mantuvo la vara alta con Magnetizado. Luego de un año de conversaciones en el pabellón psiquiátrico de la cárcel de Ezeiza, el escritor hizo mucho más que reconstruir un caso enigmático, logró ensamblar las partes de una historia de vida fuera de lo común utilizando dos herramientas tan raras como valiosas: escuchar y escribir.

La presencia de Busqued en el libro es fantasmal, aparece lo mínimo necesario para que el relato fluya. La voz de Melogno, no la del joven asesino de veinte años, sino la del adulto que atravesó el infierno del sistema psiquiátrico penal y para sorpresa de muchos no sucumbió, domina el libro. El relato que pasea por los laberintos de su mente y de su vida obtiene gran parte de su fuerza de la química que entablaron el escritor y el convicto, del que habla con simpatía durante toda la entrevista. 


“Sintonizo con la gente rota”, dice Busqued en un bar luego de que un joven con severos problemas de comunicación se le acercara antes de la entrevista y comenzaran una extravagante conversación que se mantuvo blindada para este cronista.

Al terminar esa charla, comenta: “Tengo familiaridad con este clima” “Pero también te lo tomás con humor”. “Me permito el humor porque de alguna manera me es inevitable y no tengo otra. Además no es aburrido, me produce un interés genuino. No quiero exagerar, pero todo lo que me sucede es así. No sé si lo atraigo o lo vivo así o veo especialmente ese costado más oscuro. Sintonizo con cosas y personas más bien rotas Eso es lo que me llama la atención y todo lo otro me aburre soberanamente. Me implica un trabajo gigante acompañar el funcionamiento del mundo y tratar de funcionar a la par. Esto otro, esta sintonía con lo que no funciona, por un lado es la que me toca y, por otro, vivo en ese mundo. Tengo un sobrino que es contador y disfruta su trabajo. Envidio eso, me encantaría, pero para vivir así hay que seguir las reglas del resto y eso es tremendo. Me siento más cerca de lo que no funciona”, dice sonriendo.


–Sin embargo, para relatar no podés estar totalmente “capturado”, necesitás cierto distanciamiento.

–Sí, supongo que al tener un pie en este otro lado, hay una tensión y puedo registrar ese otro mundo. Cuando estás del otro lado, ya vivís ahí y no lo vivís como algo a ser contado, porque es tu historia. Tal vez es esa tensión de un pie en cada lado... Hay un poema de Carver que dice “parte de este mundo y sin embargo parte de aquel”. 
La causa de los asesinatos que cometió Melogno, siempre mencionado como Ricardo por Busqued, nunca fue determinada. El propio Melogno la desconoce y los psiquiatras dan diagnósticos variados. El misterio sobre el origen del mal que impulsó esos asesinatos recorre todo el libro y es parte del magnetismo que lleva a que se lo lea de un tirón. Pero también surge el encanto de una voz capaz de contar los hechos más atroces, de los que fue víctima y victimario, con una honestidad que desarma al lector y le permite continuar la lectura como si bajara a las mazmorras de un castillo construido enfrente de toda la sociedad, pero que todos se niegan a ver.

–En el relato de Melogno, esa división en dos mundos está presente de modo literal.
–La diferencia con el otro mundo es que ahí él era alguien, acá no era nadie. Hay un momento muy lindo de Ricardo en el que, explicando su presencia en el mundo real, dice más o menos: “yo me siento como en un rincón oscuro de una fiesta mirando encantado lo que hacen los otros”. No dice mirando con rencor, la palabra encantado es de él. Su posición frente a los otros es esa. Esa palabra le salió limpísima.

–Sin embargo, en algún momento hablás de monstruo.
–Claro, pero no en el sentido moral, sino de lo no usual, porque ser él es una desgracia que le pasa a él. Ese es el chiste profundo de esta historia. Es un monstruo sin regodeo, y eso lo hace inasible. Ricardo es puro desconcierto, eso lo hace inquietante. La única vez que hay un regodeo es cuando cuenta que estaba matando a un taxista y después se va a comer una milanesa de pollo y una mousse de chocolate. Ahí se regodea, pero en la mousse. Entonces, es un desconcierto muy grande, porque ser él es una desgracia que le pasa a él mismo.

–Él relata su vida, la infancia con una madre abusiva, los asesinatos, el tenebroso mundo penitenciario, pero no es un discurso loco.
–Él no es el mismo congelado de aquél momento de hace treinta y pico de años. Es el resultado de todo eso que pasó. Es el resultado de toda esa serie de eventos. Ahora es otra persona, no sabemos bien qué clase de persona, pero sí otra. Él no aliviana su responsabilidad. Justamente eso habla de la distancia que tiene. Lo asume como parte de su vida, pero a su vez tiene la capacidad de pensar sobre eso. No está anclado en esos asesinatos. Pero ninguno de nosotros es el mismo que hace veinte años. Nos filtraron treinta coladores, entonces estamos distintos. Claro que los coladores de él fueron bastante más ásperos.      


–Además de esta posibilidad de hablar de su experiencia de un modo tan honesto, tiene hallazgos en frases, pensamientos.
–Incluso hasta cierta poesía. Porque la literatura tiene la comunicación con un otro. Pero todo eso que dice es para él, tiene la poesía de lo que sucede en sí mismo. No es una posición construida ante otro. No es un relato o un mensaje para presentarle al otro. Hay un vuelo que no había sido percibido, ni siquiera por él. Ricardo es una persona notable que estuvo oculta mucho tiempo.

–El libro tiene la fuerza de una ficción, en el sentido de qué te permite ver lo que se cuenta como si uno estuviera allí.
–Dada la naturaleza de la historia, yo tenía que ser muy “picante” para hacer otra cosa. Además, qué puedo decir de la historia de Ricardo más que lo que dice él.  Es tan inexplicable que para decir algo tendría que mirar desde muy lejos, pero yo solo podía prestarle atención a Ricardo. Sería muy choto si para quedar bien yo, armara algo que no estuviera a su altura. Incluí una breve ficción, pero ni siquiera es un pensamiento, es un volver a pensar literariamente que habrá sentido Ricardo en ese momento en que se ve en el espejo retrovisor. Además era más potente narrar desde él, además que es el encuentro con él.

–¿Cómo fue correrte de escena y ser un autor-editor?
–Ese es mi laburo. En la realidad yo intervine mucho más, los diálogos fueron mucho más dispersos, Ricardo no daba respuestas tan largas y hacíamos chistes, nos reíamos. Pero cuando llegué al criterio de sacar todo lo que no aportaba, me di cuenta que no valía la pena incluirme. Si se me hubiera ocurrido la gran idea, la habría puesto (se ríe). La rareza de la situación me disculpa de no tener esa idea. 

–No está el sensacionalismo de plantear un enigma.
–Es un libro que no tiene promesas. Hubiera sido una gran injusticia, primero porque es una historia muy triste. Es un tipo que ha estado sepultado. Lo más parecido a la justicia que puedo hacer es escucharlo. Porque todo el que pudo hablar con él ha emitido un juicio. Entonces, si puedo mantener una reparación en esta historia, es escucharlo. A la mayoría de los que han leído el libro, les cae bien, más allá que siempre puede caerte algún facho. 

–Cuando trabajaste la construcción del libro, pensabas en el lector…
–Sí. Prefiero dejar cosas afuera a aburrir. No me puedo permitir que alguien cierre el libro por estar aburrido. Entonces, sí, está muy editado, pero respetando su voz y para que sea más accesible el costado interesante de la historia. Pero si hasta la vida de San Martín debe ser un embole si no hay un recorte o una edición. Yo soy esa clase de lector. En el único lugar en que no me parece mal ser fascista es cuando lees, porque no jodés a nadie. Me aburriste, te largo. Es mi derecho. Porque cuando me muera voy a extrañar esos diez minutos de mi vida que pasé leyendo un embole. Por lo menos que sea entretenido. 

–El infierno del sistema penal y psiquiátrico con litros de drogas inyectándole a los internos que retratás es de todo menos entretenido.
–Cuando digo entretenido, digo que la cosa fluya, y que el lector se mantenga interesado. Los libros que más me han interesado son los que me han provisto de experiencias. La apuesta es llevarte a un lado en el que no estuviste, y con suerte no vas a estar. Eso le quiero dar al lector.


–Vayamos al centro del relato, los crímenes inmotivados. 


–En ese momento, lo más parecido a una reflexión que se me ocurrió era un grabado de Escher que se llama “galería de grabados”, que presenta un problema en el centro que está en blanco. En Ricardo el núcleo de interés es la semana de asesinatos, que tiene un antes que la propicia y un después que es la consecuencia. No sabemos cuál es el camino que nos lleva a ese evento central, no conocemos su naturaleza. El núcleo del asunto es un gran signo de pregunta. Explicar todo esto es un quilombo (durante la entrevista dio una descripción detallada del cuadro de Escher), pero es el único paralelismo que se me ocurría con Ricardo. Una deformación alrededor de un núcleo inexplicable. Entonces, de unas veinte páginas en las que intentaba explicar esto, quedó ese relato de menos de una página del juego de miradas con el espejo. Estamos ante una historia deformada con un núcleo insondable. 

Bonus track: la historieta y otros vicios
En el libro, Busqued y Megnolo tienen un diálogo casi nerd sobre las historietas de Editorial Columba. Mencionar el tema en la entrevista, lo llevó a explayarse sobre ese punto, en especial sobre el guionista estrella de la editorial, Robin Wood: “Columba es otra parte de la cultura argentina ignorada casi por completo. Robin Wood ha tenido más lectores que todos los escritores argentinos de toda la historia sumados. Un tipo con vuelo, no es Nik”.  

Varias generaciones de argentinos han leído esas historietas, y su conocimiento de la vida y obra de Wood lleva el sello esa sintonía con los marginalizados: “Wood es paraguayo, muy lector e inmensamente culto, después de trabajar en una fábrica, se juntaba con otro a hablar de cultura sumeria: Ahí nace Nippur, date una idea de lo que es esa persona. Vos te comías a esos personajes. Un diseñador de mundos. La historieta culta lo marginó, igual tuvo algunos reconocimientos. Él dice algo que es cierto, lo leían el policía y el obrero de la fábrica, la verdadera literatura peronista es la mía, decía. Es un tipo siempre preocupado porque pasen cosas, hay suceso y gente reaccionando frente a eso”. 

Sin embargo, “a la Fierro la quiero”, admite. Y en la conversación se mezcla con otra de sus actividades, también relacionada con armar lo desamado, en  este caso, maquetas de aviones históricos: “Ahora le estoy armando un avioncito a Carlos Sampayo, el guionista de Alack Sinner. ¿Conocés a Aclack Sinner? Es una historieta muy picante y tardé mucho en entrarle, pero cuando la entedí me maravilló, incluido el dibujo. Lo leí mucho tiempo. ¡La sensibilidad de ese personaje!” ¿Y cómo llegaste a saber eso? “Hace poco conocí a Sampayo y hablamos de aviones, así. A él le gusta mucho un policarbon biplano y yo tengo uno posterior a ese pero basado en el mismo modelo.

Una versión más corta de la nota fue publicada acá.


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28 jun 2017

David Toop en Argentina

En su primera visita a Argentina, el músico, compositor y ensayista británico charló con la prensa: “Ser artista no tiene que ver sólo con hacer arte  o con la creatividad, sino con la posibilidad de sostener esa actividad toda la vida. Esto requiere una visión de largo plazo.


David Toop es una de las presencias más importantes del mundo de la música contemporánea, tanto por su labor de compositor como por ser uno de los pensadores más agudos y personales sobre el tema. Su trabajo conecta diferentes disciplinas del arte, siempre teniendo el sonido como hilo conductor.



Télam
“Ser artista no tiene que ver sólo con hacer arte  o con la creatividad, sino con la posibilidad de sostener esa actividad por diez, veinte, cuarenta años, por toda la vida. Esto requiere una visión de largo plazo”, dice Toop, sentado en una mesa donde reposan dos ejemplares de los libros que publicó Caja Negra, Resonancia siniestra (2013) y Océano de sonido (2016). Todo amante de la música hará bien en disfrutar de su lectura. 


En su primera visita a Argentina, charló con la prensa en la biblioteca del MALBA. Vino a presentar diferentes aspectos de su trabajo, que materializará en una conferencia performática en el MALBA, el miércoles a las 19 hs., y el concierto Instuments of Darkness, el viernes a las 20, en el centro de las artes de la UNSAM, Sánchez de Bustamante 75.


La solidez y claridad con que fue capaz de responder las más variadas preguntas de periodistas de diferentes medios tal vez se debe a su larga trayectoria, que se remonta desde los sesenta hasta la actualidad. De buen humor, Toop se explayó en cada respuesta: su primer recuerdo consciente con el sonido, la manera en que cambió el modo de producir y consumir música, qué pasó con la utopía de las vanguardias sobre democratizar la música, el cambio del rol de la crítica, la diferencia entre arte sonoro y música, y hasta habló de la naturaleza del silencio, entre otros temas.



“Mi primer recuerdo sobre el sonido se remonta a un momento de la niñez en que por primera vez escuché cuidadosamente un sonido. Nací en 1949, y la anécdota sucedió a principios de los años cincuenta, mientras mi mamá nos llevaba a la casa de mis abuelos. La ciudad aún mostraba los daños de la posguerra, había casas prefabricadas, construidas para gente que había perdido su vivienda durante los bombardeos. Estas casas estaban separadas por paredes de concreto paralelas entre sí, que generaban un ‘eco flotante’ (Flutter echo), que es cuando un sonido rebota entre muros de manera fluctuante y rápida. Tendría apenas 5 años, y noté el sonido metálico y duro de mis pisadas que se repetía y eso quedó plasmado en mi mente, sin saber por qué, de manera misteriosa esa experiencia formó parte de mí. Hace dos semanas publiqué mi autobiografía en Japón y la llamé así: Flutter echo, porque es el comienzo de mi interés por el sonido: el comienzo de mi historia. Este no es un fenómeno sólo físico, sino también poético, porque remite a la memoria emotiva, es un eco que se remonta profundamente en nuestra historia y resuena en los momentos importantes. Es una síntesis de todo lo que es importante para mí.”   


"En tanto músico trabajo con la inmaterialidad del sonido, este es la extensión de los dispositivos que uno utiliza, en tanto escritor me ocupo de conceptos más abstractos. Y como compositor me encuentro en el medio de esa abstracción y esa materialidad".


Luego de recordar ese primer contacto con el sonido, analizó de qué manera esa experiencia afectó su producción como músico y escritor, tanto por las metáforas que utiliza como por el interés en la materialidad del sonido: “Esta historia es muy significativa por la materialidad del sonido, que si bien es invisible y dinámico, también es algo que casi se podría percibir con el tacto. En los dos libros investigo temas opuestos, en Océano de sonido las metáforas de lo líquido, y en Resonancia siniestra, metáforas de lo fantasmagórico. Creo que esta contradicción proviene de mis dos actividades, músico o escritor, en tanto músico trabajo con la inmaterialidad del sonido, este es la extensión de los dispositivos que uno utiliza, en tanto escritor me ocupo de conceptos más abstractos. Y como compositor me encuentro en el medio de esa abstracción y esa materialidad. Esta contradicción es una constante de los seres humanos y creo que es la razón por la que la música está presente en todas las culturas, igual que el agua y los alimentos. Es importante hablar del sonido en su materialidad, porque su intangibilidad parece volverlo menos importante en un mundo en el que está todo ‘comoditizado’ y cuantificado.”

  

Para Toop cada pregunta es un trampolín que le sirve para zambullirse en recuerdos y reflexiones, así vincula la época en que las compañías discográficas dominaban el mercado de la música con la llegada de Internet, y señala los aspectos negativos y positivos, aunque siempre se muestra optimista: “Recuerdo que a principio de los setenta, había intermediarios, como las compañías discográficas. Ese momento, era muy difícil para los músicos, y nuestra respuesta fue organizarnos. Pero a principio de los noventa surgió Internet, lo que implicó nuevas oportunidades, y más tarde  las redes sociales, especialmente, MySpace. Pero entonces los artistas competíamos entre millones.”



Este punto le sirve a Toop para afirmar su concepción sobre lo que significa ser un artista: “Ser artista no tiene que ver sólo con hacer arte,  o con la creatividad, sino con la posibilidad de sostener esa actividad por diez, veinte, cuarenta años, por toda la vida. Y continuar haciendo cosas interesantes, aun siendo mayor. La mayoría de esos artistas desaparecieron casi instantáneamente, pocos se mantuvieron por mucho tiempo. La creatividad no solo se refiere al arte, sino al modo en que uno elige ciertas cosas, con las elecciones que uno hace, tiene que ver con diferentes aspectos de la vida cotidiana, y eso es muy diferente a ser un artista, esto requiere una visión de largo plazo y eso sí es muy difícil de lograr. Es bueno que podamos prescindir de intermediarios, y si la consecuencia es una explosión de actividad, no tenemos que preocuparnos, porque la mayoría está condenada a desaparecer, porque es difícil continuar en este camino.”



Respecto del rol de la crítica celebra “la desaparición del crítico como sumo pontífice que se pronuncia sobre si algo es bueno o malo” y frente a eso elige el camino del guía que estimula al público a tomar sus propias decisiones. “Se requiere experiencia, escuchar mucho, estar inmerso en la música para poder hablar con cierta autoridad, aunque ocurre exactamente lo opuesto. Pero estamos en un tiempo de transición, tan radical como la invención de la imprenta y tenemos que ser pacientes y ver cómo todo se desarrolla. Sin lugar a dudas algo nuevo está surgiendo, y cada quien se relaciona con esas experiencias de un modo diferente, y yo celebro esto. Y la gente ingeniosa va a encontrar modos ingeniosos de publicar.”

“Celebro la desaparición del crítico como sumo pontífice que se pronuncia sobre si algo es bueno o malo”.



Las transformaciones culturales y tecnológicas del último siglo han sido enormes, no obstante ello la estructura biológica del hombre, y por lo tanto su estructura auditiva, no ha cambiado desde hace siglos. La reflexión lleva a Toop a pensar en la condición fluctuante de la vida contemporánea, que está entre lo robótico y nuestro ser de carne y hueso. “Esto tiene que ver con el hecho de que uno vive por un lado en el mundo virtual online, de las redes sociales, de los mensajes de texto y, por otro lado, las cuestiones que siguen estando en nuestra piel, en nuestra fisiología. Este mundo flotante en el que nos movemos, entre lo virtual y lo tangible, entre lo robótico y lo humano.”

Como músico y compositor se muestra fascinado por esta realidad: “Uso instrumentos primitivos, y luego trabajo con capas de tecnología –de los setenta, de los noventa y actual– y mezclo todo eso. Y también trabajo en el reino digital, que permite diferentes posibilidades para crear sonidos y trabajar con ellos, es posible hacerlo con gran detalle y también uso sonidos del cuerpo (hace sonidos rozándose la manga). Algo que es demasiado pequeño casi imperceptible para ser escuchado pero en el mundo digital realmente podés trabajar con eso. Es como moverse hacia atrás y hacia adelante con todos los elementos al alcance.”




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David Toop performance White Cube January 2015 from Cromwell Films on Vimeo.

27 ene 2017

Andrés Ehrenhaus, artillero y escritor

Un obus cayendo despedaza posee 19 relatos en los que el fino humor, el erotismo, el juego lingüístico marcan el ritmo de la prosa. Un libro en que el lenguaje estalla en una fiesta en la que el lector está invitado a participar. 


Foto: Laura Folica

No hace falta ser un experto en bebidas para comprender que de la mezcla de los ingredientes de un cóctel tanto pueden salir tragos excelsos como intomables. En la literatura no es muy distinto: letras, humor, misterio y lo que se quiera agregar componen las más diversas obras. Andrés Ehrenhaus tiene el pulso de un creador que sabe combinar y sorprende en cada uno de los 19 relatos de Un obús cayendo despedaza (Malpaso).

Ehrenhaus, un rara avis de la literatura argentina, que hace unos 20 años se exilió en Barcelona, tiene un arcón lingüístico sin fondo. Toda clase de expresiones parecen entrar en su horizonte, saca términos de los fondosde su memoria y juega con un lenguaje que, más allá de sus variantes geográficas y temporales, nunca se detiene, como en una rave en la que bailan hasta las viejas locuciones de los tiempos de Maricastaña. Esta fiesta que se revive en cada cuento muestra una cantidad de anécdotas y personajes, a veces juega con el absurdo pero siempre deja una huella que revela un trasfondo real.

En los relatos aparecen usos desde el “vesre” porteño (yotebis, troesma), formas del español peninsular,
hasta la castellanización de palabras inglesas y francesas que ponen de cabeza la existencia de un español neutro. Desde Barcelona, en una entrevista con vía mail, Ehrenhaus reflexiona sobre su modo particular de entender la literatura y el modo en que toma forma su lenguaje literario: “La idea de usar el bagaje o el ruido o la herencia lingüística como material crudo es bastante estructural en mí, tiene que ver con cuestiones familiares y el caleidoscopio de lenguas y dialectos que vengo oyendo desde chico, pero también con juegos muy propios de países parcheados como Argentina y, por supuesto, con mi larga estancia en Cataluña, y mi profesión de traductor.”


Respecto del proceso creativo de este libro, dice saber que da la sensación de ser un escritor de ocurrencias, "una especie de cazador oculto que encuentra de pura casualidad alguna agujita entre el centeno, pero en la modesta kichenet de mi cerebro eso no es así". "Ocurrencias hay millones, temas importantes solo cuatro… o tres. O dos", afirma con certeza y humor.

–¿El sexo y la muerte?
–No, no, eso es para malpensados o violentos. Yo me refiero a temas literarios: el lenguaje y el silencio. Que, de acuerdo, si los zizekamos, un poco vendrían a ser como el sexo y la muerte. Pero incluso en ese caso podemos decir que la relación que tiene un escritor con esos dos grandes ballenatos pasa necesaria y dolorosamente por el uso que hace del decir y el callar: con qué arpón le tiramos al bicho, cuándo, dónde, por qué. Para mí, el escritor ante todo tiene que saber callar: he ahí su responsabilidad ética o política. La buena literatura está hecha más de lo que se calla que de lo que se dice. El humor está en lo implícito, el erotismo también, y también lo religioso. Así que, en cierto modo, yo trabajo quitando más que poniendo, descontextualizando y reutilizando, no solo palabras o expresiones sino cachos de historias, anécdotas, situaciones, opiniones, perfiles, actitudes o verdades. Todas mis verdades son a medias, y lo digo de entrada, como si fuera un motto o un grito de guerra del tipo "Santiago y cierra España", o "A degüello", o "Ahora, Rinti": "Si me vas a creer, que sea a medias, amigo". 


"El escritor ante todo tiene que saber callar: he ahí su responsabilidad ética o política. La buena literatura está hecha más de lo que se calla que de lo que se dice. El humor está en lo implícito, el erotismo también, y también lo religioso". 
 –En relación con otros libros tuyos, se nota un cambio en el modo de abordar los textos.
–Sí, yendo un poco más a pinchar hueso, es cierto que el Obús rubrica un cambio de “posicionamiento narrativo”, para decirlo pomposamente, que ya se venía perfilando con timidez en anteriores libros y que acá se instala casi a full. En el Obús casi todo lo que está fue o es. Las anécdotas son reales, los personajes existen, los lugares también. Lo que se nombra es a medias cierto, mientras que antes yo ocultaba también esa media verdad, seguramente por un exceso de pudor, pero la ocultaba detrás de palabras, no de silencio. Ahora no me preocupo tanto por tapar las huellas y dejo que el narrador use materiales más cercanos, más candentes y también más cándidos.

–¿Por qué?
–Quizás por cansancio o tedio: me aburrí de inventar realidades otras, me basta con descuajeringar las que tengo a mano. El método del Obús es sencillo: dada la situación real A, ¿cómo hacer para que confluya con la situación real B (que es necesariamente disímil o incluso divergente de A) de modo que, después, ambas generen C, la solución que desconozco y a la que solo nos puede conducir el narrador. Sumo X manzanas con Y bulones y no me opongo seriamente a que el resultado sean Z truchas.
"Parto de la premisa de que todo es utilizable o reutilizable y, a la vez, desechable. Y trato de que mis métodos de selección no sean puramente intelectuales, sino que tengan mayor protagonismo los sentidos, sobre todo el oído, pero también los más relegados y aplastado por la vista: olfato, gusto, tacto. Y un sexto sentido, que para mí es el azar".

–El ritmo y la extrañeza de las palabras, la sintaxis y la gramática llegan a ocupar tanto protagonismo como los personajes. Este uso del lenguaje tiene que ver con un empleo lúdico, con un ejercicio de estilo o con...
–Como te decía antes, parto de la premisa de que todo es utilizable o reutilizable y, a la vez, desechable. Y trato de que mis métodos de selección no sean puramente intelectuales, sino que tengan mayor protagonismo los sentidos, sobre todo el oído, pero también los más relegados y aplastado por la vista: olfato, gusto, tacto. Y un sexto sentido, que para mí es el azar. Mi empeño es lograr una retórica sensorial que no sea solo visual. La psicología, en cambio, me importa mucho menos, prefiero trabajar con personajes en apariencia planos, que se desdoblan por puro artilugio del lenguaje, que no necesitan guardar coherencia “clínica”, digamos. Les basta con hablar o ser hablados para morir por la boca, como el pez. Y de esa manera volvemos otra vez más, nuevamente y con reiteración, a lo de decir o callar.

–Es muy difícil leer Un obús cayendo despedaza y no mencionar el humor.
–Creo que el humor es tan inevitable como la poesía. De hecho, son la misma cosa. Un chiste es, técnicamente y ante todo, una metáfora. Y la literatura, incluso la más ceñuda y ceremoniosa, es un constante tira y afloje con los lapsus. En ese sentido, Freud es un capo: se da cuenta de que lo que creemos decir en serio es un pavimento de emergencia bajo el que crece la palma. O le echamos alquitrán y cemento encima todo el tiempo o al final las plantitas asoman acusadoras a la superficie. Si tengo que elegir entre escribir un capítulo de una novela o jugar un picadito en el barrio, no lo dudo ni un segundo. Yo novelas casi no escribo. En una novela siempre se acaba imponiendo, como una caspa inevitable, cierta pátina de seriedad. Salvo casos maravillosos e irrepetibles: Flann O’Brien, Joseph Roth, Boris Vian, por no hablar de los grandes leviatanes, Cervantes, Sterne, Rabelais, Shakespeare; pero claro, al lado de esos mejor no ponerse porque te hunden el botecito, cuanto más lejos de ellos mejor. De todos modos, si ellos se partían de risa, ¿por qué no uno? Ahora bien, el humor como principio o reglamento acaba siendo serio también, acaba siendo otro modo de pavimento, así que no hay que proponerse hacer reír sino dejar que la risa aflore, del mismo modo que pueden aflorar otras expresiones de la angustia humana. Hacer reír o hacer llorar son caminos vanos. Pero simplemente reír o llorar no lo son.

–Además, tanto el humor como la poesía te obligan a cierto distanciamiento.
–Obligan al autor, por supuesto, obligan al narrador, obligan al lector a tomar distancia. Ese distanciamiento brechtiano es esencial para que la literatura sea literatura, o sea, media verdad, y no verdad del todo. Hay, sin duda, otras maneras de lograrlo, y en general todas conviven (o deberían convivir). Hoy en día impera una narrativa que busca la verdad, una verdad inmediata y someramente existencial, muy ligada a la experiencia pequeña, que obra exactamente al revés: amplifica la importancia de esa experiencia y reduce al mínimo la distancia entre los actores a los que apela (de los que el yo del autor tiene el rol protagonista). Yo creo que si la cosa sigue por ahí, podemos ponerle fecha de defunción a la narrativa. Habrá otras formas de literatura pero no serán esa. Tomarse en serio a sí mismo es el principal impedimento para escribir algo más o menos digno de ser leído. En ese sentido, sí podemos decir que coincido bastante con un enfoque ehrenhausista de la escritura.

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28 nov 2016

El pozo inagotable de Roberto Bolaño



 El espíritu de la ciencia ficción -una suerte de precuela de Los detectives salvajes- es una obra temprana, fechada en Blanes en 1984, se trata de un momento bisagra en la escritura de Bolaño, ya que aparecen los temas en los que profundizará en sus libros posteriores, como el vínculo entre el mal y la literatura, la amistad, el amor y el sexo.

 
Nadie duda que Roberto Bolaño sea un fenómeno editorial, sin embargo, su obra se alza mucho más allá, ya que marcó nuevos horizontes para la literatura Latinoamericana, aparcada entre las cenizas del Boom y los experimentos vanguardistas. Los libros que Bolaño escribió en su morada en Blanes, en la Costa Brava catalana, señalaron un hito que atravesó a lectores, críticos,  editores y traspuso su propia muerte.

Pero la lápida no es una barrera para Roberto Bolaño, como en una película de sobre muertos que todavía tienen asuntos pendientes en el plano terrenal, desde la ultratumba, a trece años de su funeral, la mano del escritor se alza blandiendo un nuevo libro: El espíritu de la ciencia ficción, debut de Alfaguara como editora del autor chileno. Debates aquí y allá. ¿Marketing editorial? ¿Bolaño habría querido publicar este libro? ¿Suma en términos literarios?

El debate sobre la edición de este libro no pasó las fronteras de una escaramuza, ya que sobre Carolina López, viuda de Bolaño, no pesaba un pedido de interdicción como, por ejemplo, en el caso de Max Brod, albacea literario de Franz Kafka. Unos días atrás, en una de sus apariciones públicas, López polemizó con el ensayista Ignacio Echevarría, editor de los últimos inéditos de Bolaño, El Tercer Reich (2010) y Los sinsabores del verdadero policía (2011), sobre el cambio de sello editorial –de Anagrama a Alfaguara– la viuda de Bolaño arguyó que correspondía principalmente a motivos económicos, especialmente refirió al monto de las comisiones y al precio de venta de los libros.
Pero más allá de estas rencillas, lo cierto es que El espíritu de la ciencia ficción puede leerse como una obra concluida. Es más, la legión de seguidores de Los detectives salvajes, uno de los grandes portaviones de la flota Bolaño, probablemente se sientan muy a gusto con esta nueva publicación, ya que en ella se percibe el aliento que luego lo llevaría a escribir aquella novela.


En Bolaño dos pulsiones contrarias compiten sin cesar, como si sólo al borde del abismo se pudiera escribir y afirmar que realmente se está vivo.

 El espíritu de la ciencia ficción es una novela de iniciación, literaria y sexual, en el marco de una trama de tipo policial, formato que recién terminará de pulir en la escritura de Los detectives… De los rincones de la novela brotan poetas –malditos, marginales– de las más extraordinarias variedades, es que los jóvenes protagonistas intrigados por la proliferación de talleres literarios y revistas de poesía, intentan averiguar la causa de esa explosión. 


Si bien es una obra temprana, fechada en Blanes en 1984, se trata de un momento bisagra en la escritura de Bolaño, ya que aparecen los temas en los que profundizará en sus libros posteriores, como el vínculo entre el mal y la literatura, la amistad, el amor y el sexo. El pulso de Bolaño late con vehemencia, puede sentirse en ciertos pasajes en los que la escritura brota inagotable, en la discontinuidad narrativa a través de historias secundarias y, sobre todo, en la idea de que la literatura está anudada a la vida y es una forma de aventura: “Mitad ganas de vivir, mitad piedra de sacrificios.”
Así como Los sinsabores del verdadero policía funciona como un antecedente (inacabado) de 2666, este libro puede leerse de la misma manera respecto de Los detectives salvajes, pero además es el primero en el que el chileno comienza a tantear el sendero que lo llevará a recorrer los nuevos caminos de su prosa narrativa y experimental a la vez. La historia transcurre en los años setenta en un DF clandestino, un laberinto de bares, madrigueras y baños turcos por donde serpentean Jan Schrella y Remo Morán, dos aspirantes a escritores que comparten una buhardilla en la ciudad de México. A ellos se le suma José Arco que junto con Remo –y La princesa azteca, una motocicleta– son los personajes que motorizan la acción narrativa.


Bolaño es de los pocos escritores que puede penetrar sin miedo en el universo del sexo, sin forzar escenas ni caer en puritanismos ni volverlo trivial o simplemente insulso y vulgar. 


El armado narrativo se completa con una entrevista a un joven escritor consagrado, probablemente Jan o Remo en el futuro, y varias cartas que Jan, quien apenas sale de su micro-departamento, se pasa enviando a escritores de ciencia ficción estadounidenses, como Úrsula K. Le Guin, Fritz Leiber, Alice Sheldon, entre otros. Cartas en las que fluye tanto el análisis  de las relaciones de Estados Unidos con Latinoamérica como el relato de los  quehaceres y novedades cotidianas. 

La última parte de la novela, llamada “Manifiesto Mexicano” narra las experiencias amorosas y sexuales de Remo y Laura. Bolaño es de los pocos escritores que puede penetrar sin miedo en el sexo, sin forzar escenas ni caer en puritanismos ni volverlo trivial o simplemente insulso y vulgar. Ese talento surge en el transcurso de la novela, cuando en medio de la búsqueda, de algo que nunca se encuentra, aparece el primer roce del amor: “Me sentí perdido y feliz en medio de aquella escalera. La escalera misma, que antes no significaba nada especial, se transformó en algo extraordinario, mitad serpiente y mitad desempeñadero.”  


Anexo facsimilar

La perla de la edición de Alfaguara es un anexo con una serie de copias facsimilares de diversas libretas en las que Bolaño escribió la novela. La letra sintética, prolija y apretada precede no solo al uso de la computadora sino al de la máquina de escribir eléctrica. Como el diario de un viajeros, en esas libretas plasmaba sus ideas, personajes, imágenes, posibles estructuras narrativas, y a medida que las iba pasando en limpio con una soltura asombrosa, iba tachando los borradores.








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