24 jul 2011

Diario de viaje en un tren sin rumbo


Brasil, de Paula Brecciaroli
Un tren de Buenos Aires a la Triple Frontera posterga indefinidamente su llegada. Los pocos pasajeros toleran la situación con aguante sudamericano, típico de aquellos que saben que las cosas nunca salen como han sido planeadas. El modo en que se acepta esta incertidumbre colabora con la felicidad de la lectura, ya que la escritura −y con ella el lector− desligada de un desenlace organizador se desarrolla apacible. Paula Brecciaroli, autora de Brasil y de mundotilingo.blogspot.com, crea un tono personal para el diario de viaje de la protagonista de la historia: una joven despechada que, para perderse del sinsabor de un fracaso amoroso, elige viajar. “Vamos por San Tadeo Norte, dicen los gitanos. Hace días que no encuentro el mapa. Parece que el tren agarró otra vía. No veo ninguna estación de referencia. El guarda dice que estamos cerca. A mí me parece que estamos perdidos.” Y a uno no le queda más remedio que aceptar que ese tren anda perdido por ahí y que, además, nadie lo busca.
Los personajes que el azar escogió para que acompañasen a la protagonista en la travesía se ven obligados a convivir, algunos –los más cercanos– se presentan: “‘Hola, soy Ludmila, estos son mis hijos Lautaro de cinco, Facu de seis y Román que está por cumplir cinco. Es mellizo de Lautaro’, me dice. Me quedo mirándola, esperando la explicación de ese casi mellizo.” Otros, como los gitanos que ocupan todo un vagón, son una presencia ajena y un poco distante, pero con los que se entabla una amistosa relación, tan necesaria como interesante para ese largo viaje.
El relato tiene la virtud de gambetear el dramatismo, y hacer del lector un pasajero que observa cómo se arman complots, alianzas, confabulaciones, rebeliones. En ese convoy de vagones, convertido en un laboratorio de relaciones humanas, el secreto y hasta el misterio tienen su lugar: “Escuché al guarda y al viejo pasar hablando del tema de robo de agua de la banda del formoseño. Hoy estuvieron juntos todo el día, van de un lado al otro cuchicheando. Martín los sigue, anotando cosas en la libreta del viejo. Ludmila se pintarrajeó la cara, armó el bolso se fue al vagón de los gitanos. A la noche la escuché cantar. Su voz chillona es inconfundible. Estoy sola en el vagón.”
No el lugar de destino, sino la riqueza del viaje y de sus avatares son la materia de la literatura. Tal vez porque allí se encuentra el riesgo, tal vez porque la travesía determina que las personas que dan inicio a la aventura son diferentes de las que la culminan.
Brasil fue editado por Conejos , un emprendimiento independiente.


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