3 jun 2013
Asesinato ritual de un escritor
Esta reseña sobre La última de César Aira, de Ariel Idez, salió en una nueva revista literaria, Invisibles.
La imitación es la primera originalidad de esta novela. Ariel Idez homenajea a uno de sus escritores de cabecera, lo cocina y lo sazona y lo cena. Le copia el humor, los recursos, y lo hace orgullosamente. Para despojarse de su influencia, sin caer en el plagio ni la reescritura, decide utilizar los procedimientos literarios que lo definen (¿Idez heterónimo de Aira?), y al hacerlo exhibe el funcionamiento de la máquina estilística del autor de La guerra de los gimnasios. Es así como su escritura se confunde con la del cortejado y transmuta la ofrenda en desafío.
El lector puede dedicarse a disfrutar de la historia de El Enano Más Sexy del Mundo, un escritor con un bloqueo creativo y obsesionado por el flujo inagotable de la birome de Aira. La narración pasa, rápida, del registro real al fantástico, como un cómic en el que un personaje comienza a hacer un pozo y, de tanto cavar y cavar, en el último cuadrito asoma su cabeza en China. Así, una hermandad de paseadores de perros, un dealer de libros raros, taiwaneses peronistas, un Típico Puto Nazi, un Enano negro gigante, además de bandas skins, punks, y hasta Luis Chitarroni le otorgan a la historia un ritmo veloz que se basa en no parar de apostar a la literatura, es decir, nunca dejar de relatar.
¿Qué hay atrás del telón? Sobre las ficciones que se esconden tras las apariencias de la realidad se cuestiona esta novela que, como en una buena jam session, vuela y se aleja por laberintos impensados de la melodía que le da origen, pero sin llegar nunca a olvidarla. Idez usa la alta productividad de “El demiurgo de Flores” como puerta para indagar en su prosa, pero lo hace desde la ficción. La novela en los pliegues de su desbordante imaginación no sólo esconde una lectura crítica sino que realiza un interesantísimo análisis del funcionamiento del campo literario nacional que gira en torno de un escritor que a conciencia se ha descentrado de él.
Un autor no se define por su ego sino por el estilo de su ego, al menos aquellos que lo tienen. Al estilo, me refiero. En el caso de este libro, publicado por la editorial Pánico el pánico, un escritor desaparece en el otro. ¿Otra vez la muerte del autor? Sí, pero a éste lo matan por amor, o como en una articulación de Mamushkas la figura contenida replica a la contenedora, desnudando un juego de semejanzas en el que la originalidad importa menos que el mismo juego de la literatura.
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