Las historias de Tres caminos a la playa son como trocitos de vida cotidiana presentados bajo una luz capaz de descubrir en ellos momentos de belleza que quedan firmemente ligados a una experiencia de mayor trascendencia.
La pluma de Martín Andrés Hain produce una extraña
seguridad, el lector siente que viaja con un conductor que no titubea frente a
los accidentes del camino, así acepta más fácilmente las propuestas de sus
ficciones. Sería arriesgado decir en qué reside la unidad de los cuentos de
Tres caminos a la playa, lo cierto es que la diversidad que lo forma, azarosa o
programada, construye un libro que esconde algo perturbador. Martín Hain parece ser un cuidadoso observador, su escritura se detiene en
personajes, situaciones, acciones, objetos cotidianos para describirlos con
detalle. Una sutil pincelada le alcanza para dar –o restituir– un tono épico a
una escena ordinaria ("Este whisky sí que es bueno. Tiene el color del té
cargado, el aroma de un bosque que se incendia bajo la lluvia") o para
girar el desarrollo de una historia hacia un matiz de felicidad o perversidad.
Sin énfasis innecesarios, y más como el taller de un artesano que como el
laboratorio de un científico, pule sus historias hasta revelar aspectos que
estaban agazapados, escondidos a la mirada.
Otras veces revela sin más de qué va la trama para poder indagar en el alma del personaje. En "Vitalicios", el primer cuento del libro (editado por Bajolaluna) se adentra en la laberíntica lógica de un asesino que actúa desde el más puro racionalismo: "Me caía bien el ingeniero Miguens. Lo maté por razones estrictamente matemáticas." En "Chica Fragancias" explora el cruce entre la excitación sexual y los negocios, delineando personajes que en el discurrir del relato descubren morales fugitivas y ocultas que, al salir a la luz, los iluminará no sólo a ellos mismos, sino también un funcionamiento hipócrita y puritano de mayor alcance.
Las historias de Tres caminos a la playa, que pueden pasar de un estilo seco y
algo estoico a otros muchos más expresivos, son como trocitos de vida cotidiana
presentados bajo una luz capaz de descubrir en ellos momentos de belleza que
quedan firmemente ligados a una experiencia de mayor trascendencia. Un poco a
la manera de los personajes del relato "Lo que la felicidad trae consigo”,
el autor se comporta como un voyeur amoroso, más que crear personajes parece
que entra a hurtadillas a sus vidas tratando de encontrar los rastros ocultos
que los llevan a ser quienes son.
El nombre de Martín Hain había comenzado a sonar por haber recibido el primer premio del Fondo Nacional de las Artes en la categoría cuento por Tres caminos a la playa, y ahora acaba de ser galardonado pero por una novela, La limpieza. Por lo pronto, los lectores que congregue este libro se encontrarán con diez relatos parejamente escritos con talento y oficio.
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