Foto de Anupam Nath / AP |
El chico de la foto ronda los diez años. Es un niño corriente, pero la mañana del 22 de junio despertó sabiendo que ese día sería Shiva, el dios danzante. Es la figura azul con rodete y tridente que yace a sus pies, en la que los peregrinos dejan alguna limosna o donación. El niño está tiznado de ceniza, semeja el color del elefante, y una cobra de madera articulada asoma de su tocado. La falda imita la piel moteada del tigre. La pequeña estatua a su espalda también muestra esos tres animales. Cada elemento con que se ha adornado el joven simulacro viviente de Shiva tiene una explicación en los textos místicos, excepto el dinero sujeto al collar de perlas con un alfiler de gancho. Las perlas simbolizan las lágrimas que vertió el dios la vez que casi destruye el universo, luego de bailar sin parar la danza tándava, un baile de destrucción.
Los animales poseen un lugar central en el panteón hindú, incluso uno de los avatares o encarnaciones de Shiva es el dios mono Jánuman. Este eslabón perdido entre el mono, el humano y el dios es devoto de Rama (avatar de Visnú), el héroe del Ramayana, texto tradicional hindú. En él se cuenta la historia de amor entre Rama y Sita (avatar de la diosa Laksmi).
A Shiva en Occidente se lo suele representar como el dios de la danza, así aparece en Sita Sings the Blues, un maravilloso film de animación que se consigue en Internet. Allí es retratado bailando en medio de un anillo de fuego con explosiones cósmicas sucediéndose una tras otra y con cobras danzantes saliendo de su cabeza. En la foto el niño está quieto, como la estatua que tiene detrás, pero en sus ojos se ve que dentro lo habita un dios, uno que está bailando, bailando sin parar.
El link a TA, acá.
Sita Sings the Blues se puede ver acá, pero hay mejores versiones. Es copyrigth libre.
El link a TA, acá.
Sita Sings the Blues se puede ver acá, pero hay mejores versiones. Es copyrigth libre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario