9 jul 2015

Presentación de Al Oído en La Cazona de Flores


        El sábado a las 22 en morón 2453 
 
Al Oído llegó al número 3 en su mejor forma. La redacción fantasma que la nutre estará presente en cuerpo o espíritu para dar la bienvenida. 
En Al Oído 1, nos presentó Amalia Sato, en el Nº 2 se armó flor de asamblea sobre el copyleft, esta vez:

Nos presenta: Marcelo Zanelli
Tocan: PAAR y Krizrap.
Luego baile con DJ Ben Gunn.

Ilumina: Julia Masvernat (Nocturama) y Milton Laufer.
Montaje audiovisual: Diego Briata.
Canelazo de bienvenida
Pizzas caseras: Juan Gumucio.

¡Los esperamos a todos!


 
Sólo para sofisticados voyeurs de la escucha. Los “espejos sonoros”, 
desarrollados en Europa durante el período de entreguerras
 detectaban  –¿con anticipación?–  la llegada de aeroplanos enemigos. 
High Tech Boom.


Una partecita de una nota para ir pispeando:

Las historias
de “El Payandé”

Nací en las playas del Magdalena,
bajo las sombras de un payandé,
como mi madre fue negra esclava,
también la marca yo la llevé.
¡Ay! Suerte maldita,
llevar cadenas,
y ser esclavo, y ser esclavo
de un vil señor.
Crecí en los montes de un bello prado
oyendo el canto de un ruiseñor
y las ovejas apacentaba
y respiraba la libertad.
Por las mañanas, cuando amanece,
salgo al trabajo con mi azadón;
como tasajo, plátano asado,
riego la tierra con mi sudor.
Cuando a la sombra de una palmera
quiero ocultarme del ardiente sol,
látigos fieros cruzan mi espalda
y me recuerdan que esclavo soy.
Si yo pudiera tomar mi lanza,
vengarme airado de mi señor,
con gusto viera yo arder su casa
y le arrancara yo el corazón.

La canción forma parte del grupo ritmos tradicionales, sin autor conocido –como “Desdeñosa”, parte del cancionero popular chileno, “Los peces”, un villancico cristiano– de La Llorona, pero renacen en el  ritmo y fonética de Lhasa de Sela. En ese disco se canta una historia abreviada, apenas la primera estrofa y el estribillo: el lamento de una esclava por su sufrimiento, la voz de Lhasa navega la pena, en primera persona, de una mujer marcada por el destino.

Sin embargo, la versión original de la canción es más extensa, allí se da testimonio del sueño de libertad del que un esclavo es arrancado a latigazos. Luego, el relato incorpora el deseo airado de venganza que culmina en una escena digna de los grandes apocalipsis. El esclavo arrancando el corazón de su amo con un fondo de llamas que consumen ese mundo fiero y opresivo.

Esta canción, que aún hoy es recordada por los cantantes más tradicionales, supo ser un himno en el Perú. El ritmo, con aires de tango, es típico de este país, se llama danza y deriva de la habanera, un ritmo caribeño. A pesar de su nombre, no se baila y muchos la llaman lamento, por el tipo de historias que narra. Fue grabada por primera vez por el dúo Montes y Manrique en Nueva York, en 1911. Cantantes como Lucha Reyes, “La morena de oro”, y Eloísa Angulo, “La soberana de la canción” la tomaron como punta de lanza de su repertorio.

La historia ocurre en Colombia. De allí es el payandé, un árbol que crece a orillas del río Magdalena, ruta habitual de los comerciantes negreros y que más adelante vería pasar a Bolívar, triunfante primero y derrotado después. Para 1867, cuando se compuso la canción, la esclavitud llevaba más de diez años abolida en ambos países, pero la historia que se narra aún era el presente de la vida cotidiana. Las imágenes eran realidades que quemaban las conciencias y no se olvidaban así nomás.

“El Payandé” es una tonada apropiada por un pueblo –siguiendo el antiguo camino de fundir en la creación colectiva y anónima la composición de un autor–, así probablemente la conoció Lhasa. Pero en este caso la autoría corresponde a Vicente Holguín y la música a Luis E. Albertini. El primero, un colombiano expulsado de su país por sus ideas abolicionistas, recaló en Perú, donde conoció a Albertini y juntos compusieron esa canción.


Foto: dmp (en restaurante peruano del Abasto)




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