20 ago 2016

Una charla con Marcos Zimmerman

Rastros de irrealidad es el lema que reúne fotógrafos de todo el mundo en el Festival de la Luz 2016. Una charla café mediante sobre fotografía, identidad, viajes y otras yerbas.




"Familia Zabala dejando su casa", Marcos Zimmerman
Atrapar el improbable instante en que un gesto va más allá de sí mismo es uno de los desafíos que la fotografía enfrenta más que ninguna otra arte. Retratar las huellas que se apretan en el momento del disparo y que no dan una segunda chance es la prueba de fuego. El chispazo es más candente cuando el objeto al que se quiere retratar es una ausencia o un concepto. ¿Qué clase de alquimia o brujería será necesaria para mostrar lo que no se puede ver?

El Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti es una de las sedes, allí se pueden ver varios autores que enfrentan ese desafío. Desaparecidos, del mexicano Pablo Ortiz Monasterio trata sobre los 43 estudiantes secuestrados y desaparecidos en Ayotzinapa. sus fotos fueron esfumadas e intervenidas hasta lograr un efecto estremecedor.La muestra del argentino Marcos Zimmerman retrata una argentina oculta y silenciada, el concepto de identidad resuena como un imposible mar de fondo en el trasfondo de sus retratos norestinos. 

Zimmerman, nos recibe en su PH de Palermo, a punto de viajar a Casabindo, Jujuy, para buscar imágenes  de la corrida de toros en honor a la Virgen de Asunción en el mes de la Pachamama. Como registro real de sus viajes, una perra cachorra, explota de emoción ante la llegada de extraños. Se trata de Patagonia, una galgo barbucho criolla. Marcos Z cuenta su historia: “Me la regaló un aborigen de la Patagonia. Hicimos una muestra, un pequeño ensayo, en el Palacio Westminster sobre la 15ª años de la llegada de los galeses a la Argentina. Me la regaló un muchacho mitad tehuelche mitad araucano durante una cabalgata. Después me enteré la historia de esta raza mestiza. Viene de unos galgos que tenían los aborígenes hasta que fueron diezmados por la conquista del ejército argentino. Ya sin dueños quedaron cimarrones y se comían a las ovejas de los galeses que, a su vez, trajeron unos galgos irlandeses más grandes para cazar a estos más chicos. Y en parte los cazaron y en parte se cruzaron. De esta mezcla fatal salió Patagonia, que ya me comió doce pares de anteojos, un colchón, cuatro almohadones, diez libros.” 
"Yo defiendo la ligazón de la fotografía con la realidad. No hay fotografía si no hay algo real delante del lente. Es una actividad que nació para mostrar el mundo."

"Hermanos Neira almorzando", Marcos Zimmerman
En la sala de la casa, llena de luz y con un pequeño altar del Gauchito Gil en una repisa con un desfile de pequeñas figuras y esculturas, y algunas fotos especialmente queridas por él, café mediante mantuvimos una charla en la que definió algunas de sus posiciones: “Yo defiendo la ligazón de la fotografía con la realidad. No hay fotografía si no hay algo real delante del lente. Es una actividad que nació para mostrar el mundo, y en este país en el que hemos pasado tantas situaciones, se trata de mostrarle lo que pasa a los demás. Es un país muy grande  y trato de buscar algunas imágenes donde el país se diga.” 

Las fotos expuestas de Zimmerman en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti para el Festival de la Luz 2016 surgen de un ensayo fotográfico realizado ente 1994 y 1997, y en parte, publicado en el libro Norte argentino – La tierra y la sangre. En ese entonces abarcó más de un millón de kilómetros cuadrados realizados en 12 viajes de un mes cada uno, aproximadamente. La selección que integra la muestra incluye algunas que están en el libro y otras que no, y bajo la curaduría de Cristina Fraire son expuestas por primera vez en el país. “A mí me encantó la selección, porque me sacó de la que yo tenía en la cabeza. En los noventa, cuando hice este ensayo quería que todo ese mundo –un poco perdido, silenciado y si querés un poco desaparecido– no fuera avasallado por ideas de progreso y falso liberalismo, por una cultura teóricamente superadora. Esos mundos constituyen nuestra patria, y si olvidamos eso, olvidamos una gran parte de nuestro país.”
"Yo suelo leer datos del Indec, en los censos hay una Argentina bastante más cercana a la que se puede ver en los medios. Hay ideas sobre el país que no son exactas y que en las estadísticas están más claras. Esa es mi parte racional".

Para mitad de los 90, ya había publicado Patagonia un lugar de viento, que es un libro de paisajes básicamente: “me interesaba fotografiar lo más arcaico de la Argentina, desde las pisadas de los dinosaurios hasta la sensación de espacio y tiempo infinito de esa zona. Después, a partir de leer Viaje al Río de la Plata, de Ulrico Schmidt, hice otro libro (Río de la Plata Rio de los sueños) que abarca las dos costas y es la entrada de la conquista. Entonces decidí hacer un tercer libro de fotos pero sobre el norte argentino, que sería un tercer momento histórico y que se relaciona con la mezcla de sangres."

–Norte argentino son fotos más pensadas, como la continuación de la serie.
–Patagonia fue un libro más inconsciente, pero ya para Río de la Plata estábamos en pleno menemismo y me di cuenta que Argentina tenía algo tautológico en el nombre. Viene del latín argentum, por la plata de Potosí, aunque esta nunca salió por acá sino por el Virreinato de Perú. Esta historia en un momento en que se suponía que nos queríamos igualar al Primer Mundo, que era una idea que yo creía que se iba de cabeza, como se fue. Eso fue macerando una idea acerca de poner en fotos lo que estaba pasando en la realidad actual. Entonces en el Norte, decidí hacer un libro sobre esa Argentina olvidada, cuando la mayor parte de los argentinos miraba hacia el exterior, se iban a Miami a comprar televisores y cosas como esas.

–¿Por qué hablás de mezcla de sangres?
Somos el producto del mestizaje, aunque parece que haya una preponderancia de lo blanco frente a lo aborigen y, por supuesto, frente a lo negro, todas esas sangres y culturas están mezcladas (Norte argentino: la tierra y la sangre). Los retratos son el centro del libro. Yo buscaba que los personajes que fotografié miraran a cámara. Entonces me interesaba mucho ese país que yo empezaba a conocer más profundamente y yo quería que ese país mirara a los ojos a quienes miraran las fotos y a través de eso dijeran acá estamos. Me costó mucho hacerlo. 

De Marcos Zimmerman
"Cosechero de algodón", Marcos Zimmerman

 


















–Más allá del valor estético, ¿rescatás la vigencia de esas fotografías como documento?
–Cuando inauguramos la muestra dije que nuevamente hay algo que quiere avanzar ciego y sin razón, y que espero que esos mundos se expresen y no se dejen avasallar. En este preciso momento, cobra un sentido casi político porque estamos viviendo una suerte de vuelta a ese momento de los noventa. 

"La fotografía es un arte extraño, yo me niego mucho a la fotografía conceptual, lo siento por los galeristas y curadores que quieren vender copias en ediciones limitadas. A mí me interesa mostrar el mundo y mostrárselo a otros, y siento que al fotografiar un retrato uno busca un instante en el que todo lo que siente esté representado."

–¿Cómo encontraste un denominador común en un área tan vasta y tan diferente como el Norte argentino? 
–No fue fácil. Yo creo que hay muchos países dentro de la Argentina. Por eso fue muy difícil encontrar el hilo que uniera el Noroeste y el Noreste, porque el primero tiene una cultura andina heredera del Tawantinsuyu, y del otro lado hay una cultura guaraní y de colonos gringos, por ejemplo. Uno es seco, el otro húmedo; uno es la montaña, el otro, los grandes ríos. Yo quería ir más allá de la descripción física, dar cuenta de la historia y la identidad. El único requisito era que miraran a cámara y que en lo posible los retratados tuvieran nombre y apellido. 

–Ha de ser difícil plasmar algo tan abstracto como la identidad en una foto.
"Mujeres en una rogativa", de M. Zimmerman
–No tanto, la fotografía es un arte extraño, yo me niego mucho a la fotografía conceptual, lo siento por los galeristas y curadores que quieren vender copias en ediciones limitadas. A mí me interesa mostrar el mundo y mostrárselo a otros, y siento que al fotografiar un retrato uno busca un instante en el que todo lo que siente esté representado. La técnica la improvisé en el momento, con trípode en el que el retratado está plenamente consciente de lo que sucede. Y para que salieran de la “posición de foto” me quedaba varios minutos con el ojo en el visor de la cámara hasta que empezaban a aflojarse y emergía el ser humano verdadero. 

–El instante del disparo…
–La fotografía es un instante, y lo complejo, maravilloso y agobiante es que todo lo tenés que resumir en ese único instante. Hay un momento de tensión enorme cuando estas resolviendo, decidiendo si la luz, la composición, la expresión, los gestos son los correctos. Ese lenguaje se puede explicar una vez hecha la foto, pero es casi imposible explicarlo antes.

–La investigación le da un marco a lo que querés hacer…
–Sí, y en el camino surgen cosas que no son como creés. Yo suelo leer datos del Indec, en los censos hay una Argentina bastante más cercana a la que se puede ver en los medios. Hay ideas sobre el país que no son exactas y que en las estadísticas están más claras. Esa es mi parte racional y también está mi parte sensible. Cuando encuentro una imagen que además de ser válida estéticamente, es un registro del mundo y, además, tiene algo que ver con la historia, entonces la fotografía empieza a tomar profundidad, deja de tener dos dimensiones para tener tres.
"Sra. Elena del Pilar Suárez de Córdoba", de M. Zimmerman
"Luis Robledo en su cama", de M. Zimmerman





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