El espíritu de la ciencia ficción -una suerte de precuela de Los detectives salvajes- es una obra temprana, fechada en Blanes en 1984, se
trata de un momento bisagra en la escritura de Bolaño, ya que aparecen los
temas en los que profundizará en sus libros posteriores, como el vínculo entre
el mal y la literatura, la amistad, el amor y el sexo.
Nadie duda que Roberto Bolaño sea un fenómeno editorial, sin
embargo, su obra se alza mucho más allá, ya que marcó nuevos horizontes para la
literatura Latinoamericana, aparcada entre las cenizas del Boom y los
experimentos vanguardistas. Los libros que Bolaño escribió en su morada en
Blanes, en la Costa Brava catalana, señalaron un hito que atravesó a lectores,
críticos, editores y traspuso su propia
muerte.
Pero la lápida no es una barrera para Roberto Bolaño, como
en una película de sobre muertos que todavía tienen asuntos pendientes en el
plano terrenal, desde la ultratumba, a trece años de su funeral, la mano del
escritor se alza blandiendo un nuevo libro:
El espíritu de la ciencia ficción, debut de Alfaguara como editora del
autor chileno. Debates aquí y allá. ¿Marketing editorial? ¿Bolaño habría
querido publicar este libro? ¿Suma en términos literarios?
El debate sobre la edición de este libro no pasó las
fronteras de una escaramuza, ya que sobre Carolina López, viuda de Bolaño, no pesaba
un pedido de interdicción como, por ejemplo, en el caso de Max Brod, albacea
literario de Franz Kafka. Unos días atrás, en una de sus apariciones públicas, López
polemizó con el ensayista Ignacio Echevarría, editor de los últimos inéditos de
Bolaño, El Tercer Reich (2010) y Los sinsabores del verdadero policía
(2011), sobre el cambio de sello editorial –de Anagrama a Alfaguara– la viuda
de Bolaño arguyó que correspondía principalmente a motivos económicos,
especialmente refirió al monto de las comisiones y al precio de venta de los
libros.
Pero más allá de estas rencillas, lo cierto es que El espíritu de la ciencia ficción puede
leerse como una obra concluida. Es más, la legión de seguidores de Los
detectives salvajes, uno de los grandes portaviones de la flota Bolaño,
probablemente se sientan muy a gusto con esta nueva publicación, ya que en ella
se percibe el aliento que luego lo llevaría a escribir aquella novela.
En Bolaño dos pulsiones contrarias compiten sin cesar, como si sólo al borde del abismo se pudiera escribir y afirmar que realmente se está vivo.
El espíritu de la ciencia ficción es una novela de
iniciación, literaria y sexual, en el marco de una trama de tipo policial,
formato que recién terminará de pulir en la escritura de Los detectives… De los rincones de la novela brotan poetas
–malditos, marginales– de las más extraordinarias variedades, es que los
jóvenes protagonistas intrigados por la proliferación de talleres literarios y
revistas de poesía, intentan averiguar la causa de esa explosión.
Si bien es una obra temprana, fechada en Blanes en 1984, se
trata de un momento bisagra en la escritura de Bolaño, ya que aparecen los
temas en los que profundizará en sus libros posteriores, como el vínculo entre
el mal y la literatura, la amistad, el amor y el sexo. El pulso de Bolaño late con
vehemencia, puede sentirse en ciertos pasajes en los que la escritura brota
inagotable, en la discontinuidad narrativa a través de historias secundarias y,
sobre todo, en la idea de que la literatura está anudada a la vida y es una
forma de aventura: “Mitad ganas de vivir, mitad piedra de sacrificios.”
Así como Los
sinsabores del verdadero policía funciona como un antecedente (inacabado)
de 2666, este libro puede leerse de
la misma manera respecto de Los detectives salvajes, pero además es el primero
en el que el chileno comienza a tantear el sendero que lo llevará a recorrer los
nuevos caminos de su prosa narrativa y experimental a la vez. La historia
transcurre en los años setenta en un DF clandestino, un laberinto de bares,
madrigueras y baños turcos por donde serpentean Jan Schrella y Remo Morán, dos
aspirantes a escritores que comparten una buhardilla en la ciudad de México. A
ellos se le suma José Arco que junto con Remo –y La princesa azteca, una motocicleta–
son los personajes que motorizan la acción narrativa.
Bolaño es de los pocos escritores que puede penetrar sin miedo en el universo del sexo, sin forzar escenas ni caer en puritanismos ni volverlo trivial o simplemente insulso y vulgar.
El armado narrativo se completa con una entrevista a un
joven escritor consagrado, probablemente Jan o Remo en el futuro, y varias
cartas que Jan, quien apenas sale de su micro-departamento, se pasa enviando a
escritores de ciencia ficción estadounidenses, como Úrsula K. Le Guin, Fritz Leiber,
Alice Sheldon, entre otros. Cartas en las que fluye tanto el análisis de las relaciones de Estados Unidos con
Latinoamérica como el relato de los quehaceres y novedades cotidianas.
La última parte de la novela, llamada “Manifiesto Mexicano”
narra las experiencias amorosas y sexuales
de Remo y Laura. Bolaño es de los pocos escritores que
puede penetrar sin miedo en el sexo, sin forzar escenas ni caer en puritanismos
ni volverlo trivial o simplemente insulso y vulgar. Ese talento surge en el
transcurso de la novela, cuando en medio de la búsqueda, de algo que nunca se
encuentra, aparece el primer roce del amor: “Me sentí perdido y feliz en medio
de aquella escalera. La escalera misma, que antes no significaba nada especial,
se transformó en algo extraordinario, mitad serpiente y mitad desempeñadero.”
Anexo facsimilar
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