28 nov 2016

El pozo inagotable de Roberto Bolaño



 El espíritu de la ciencia ficción -una suerte de precuela de Los detectives salvajes- es una obra temprana, fechada en Blanes en 1984, se trata de un momento bisagra en la escritura de Bolaño, ya que aparecen los temas en los que profundizará en sus libros posteriores, como el vínculo entre el mal y la literatura, la amistad, el amor y el sexo.

 
Nadie duda que Roberto Bolaño sea un fenómeno editorial, sin embargo, su obra se alza mucho más allá, ya que marcó nuevos horizontes para la literatura Latinoamericana, aparcada entre las cenizas del Boom y los experimentos vanguardistas. Los libros que Bolaño escribió en su morada en Blanes, en la Costa Brava catalana, señalaron un hito que atravesó a lectores, críticos,  editores y traspuso su propia muerte.

Pero la lápida no es una barrera para Roberto Bolaño, como en una película de sobre muertos que todavía tienen asuntos pendientes en el plano terrenal, desde la ultratumba, a trece años de su funeral, la mano del escritor se alza blandiendo un nuevo libro: El espíritu de la ciencia ficción, debut de Alfaguara como editora del autor chileno. Debates aquí y allá. ¿Marketing editorial? ¿Bolaño habría querido publicar este libro? ¿Suma en términos literarios?

El debate sobre la edición de este libro no pasó las fronteras de una escaramuza, ya que sobre Carolina López, viuda de Bolaño, no pesaba un pedido de interdicción como, por ejemplo, en el caso de Max Brod, albacea literario de Franz Kafka. Unos días atrás, en una de sus apariciones públicas, López polemizó con el ensayista Ignacio Echevarría, editor de los últimos inéditos de Bolaño, El Tercer Reich (2010) y Los sinsabores del verdadero policía (2011), sobre el cambio de sello editorial –de Anagrama a Alfaguara– la viuda de Bolaño arguyó que correspondía principalmente a motivos económicos, especialmente refirió al monto de las comisiones y al precio de venta de los libros.
Pero más allá de estas rencillas, lo cierto es que El espíritu de la ciencia ficción puede leerse como una obra concluida. Es más, la legión de seguidores de Los detectives salvajes, uno de los grandes portaviones de la flota Bolaño, probablemente se sientan muy a gusto con esta nueva publicación, ya que en ella se percibe el aliento que luego lo llevaría a escribir aquella novela.


En Bolaño dos pulsiones contrarias compiten sin cesar, como si sólo al borde del abismo se pudiera escribir y afirmar que realmente se está vivo.

 El espíritu de la ciencia ficción es una novela de iniciación, literaria y sexual, en el marco de una trama de tipo policial, formato que recién terminará de pulir en la escritura de Los detectives… De los rincones de la novela brotan poetas –malditos, marginales– de las más extraordinarias variedades, es que los jóvenes protagonistas intrigados por la proliferación de talleres literarios y revistas de poesía, intentan averiguar la causa de esa explosión. 


Si bien es una obra temprana, fechada en Blanes en 1984, se trata de un momento bisagra en la escritura de Bolaño, ya que aparecen los temas en los que profundizará en sus libros posteriores, como el vínculo entre el mal y la literatura, la amistad, el amor y el sexo. El pulso de Bolaño late con vehemencia, puede sentirse en ciertos pasajes en los que la escritura brota inagotable, en la discontinuidad narrativa a través de historias secundarias y, sobre todo, en la idea de que la literatura está anudada a la vida y es una forma de aventura: “Mitad ganas de vivir, mitad piedra de sacrificios.”
Así como Los sinsabores del verdadero policía funciona como un antecedente (inacabado) de 2666, este libro puede leerse de la misma manera respecto de Los detectives salvajes, pero además es el primero en el que el chileno comienza a tantear el sendero que lo llevará a recorrer los nuevos caminos de su prosa narrativa y experimental a la vez. La historia transcurre en los años setenta en un DF clandestino, un laberinto de bares, madrigueras y baños turcos por donde serpentean Jan Schrella y Remo Morán, dos aspirantes a escritores que comparten una buhardilla en la ciudad de México. A ellos se le suma José Arco que junto con Remo –y La princesa azteca, una motocicleta– son los personajes que motorizan la acción narrativa.


Bolaño es de los pocos escritores que puede penetrar sin miedo en el universo del sexo, sin forzar escenas ni caer en puritanismos ni volverlo trivial o simplemente insulso y vulgar. 


El armado narrativo se completa con una entrevista a un joven escritor consagrado, probablemente Jan o Remo en el futuro, y varias cartas que Jan, quien apenas sale de su micro-departamento, se pasa enviando a escritores de ciencia ficción estadounidenses, como Úrsula K. Le Guin, Fritz Leiber, Alice Sheldon, entre otros. Cartas en las que fluye tanto el análisis  de las relaciones de Estados Unidos con Latinoamérica como el relato de los  quehaceres y novedades cotidianas. 

La última parte de la novela, llamada “Manifiesto Mexicano” narra las experiencias amorosas y sexuales de Remo y Laura. Bolaño es de los pocos escritores que puede penetrar sin miedo en el sexo, sin forzar escenas ni caer en puritanismos ni volverlo trivial o simplemente insulso y vulgar. Ese talento surge en el transcurso de la novela, cuando en medio de la búsqueda, de algo que nunca se encuentra, aparece el primer roce del amor: “Me sentí perdido y feliz en medio de aquella escalera. La escalera misma, que antes no significaba nada especial, se transformó en algo extraordinario, mitad serpiente y mitad desempeñadero.”  


Anexo facsimilar

La perla de la edición de Alfaguara es un anexo con una serie de copias facsimilares de diversas libretas en las que Bolaño escribió la novela. La letra sintética, prolija y apretada precede no solo al uso de la computadora sino al de la máquina de escribir eléctrica. Como el diario de un viajeros, en esas libretas plasmaba sus ideas, personajes, imágenes, posibles estructuras narrativas, y a medida que las iba pasando en limpio con una soltura asombrosa, iba tachando los borradores.








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