El poeta irlandés William Yeats, premio Nobel de 1923, era un practicante de las artes ocultas. En su ensayo Magia expone parte de su credo, basal de su poesía.
Magia por todas partes. Magia, visiones, espíritus, símbolos
encontraba el poeta irlandés William Yeats en su no tan prosaica manera de
entender el mundo. Una magia sin eufemismos y con mayúsculas. Una realidad que
trascendía seriamente el limitado mundo material en el que nos movemos los
mortales y en la que reposaba la verdad profunda de la existencia.
Del ensayo "Magia", de 1900, que ocupa la mayor
parte del libro, toma el nombre el volumen traducido, prologado y anotado con
escrupulosidad por Matías Battistón y publicado en la colección Tesoros de
editorial Interzona. Para Yeats, el poeta, el músico y el artista son
descendientes de brujos o hechiceros. Las palabras mantienen ese poder original
que trasciende al individuo y puede revelar la esencia de todas las cosas
cuando brotan de una memoria universal acallada por la vida moderna en la
ciudad, “que ensordece o mata la contemplación pasiva, y nuestra educación, que
promueve un tipo de mente individual y autónoma, han mitigado la sensibilidad
de nuestras almas”.
El escrito “Magia” comienza con la expresión de su doctrina:
“Creo en la práctica y en la filosofía de lo que hemos acordado denominar
magia, en lo que debo denominar evocación de espíritus, aunque no sepa qué son,
en el poder de crear ilusiones mágicas, en las visiones de aquella verdad que
reside en las profundidades de la mente cuando los ojos están cerrados; y creo
en tres doctrinas que han pasado de generación en generación, si no me
equivoco, desde el origen de los tiempos (…): Que los límites de la mente nunca
dejan de cambiar (…). Que los límites de nuestra memoria son igual de
cambiantes (…). Que esa gran mente y esa gran memoria pueden evocarse a través
de símbolos”.
El texto central, además de relatar cantidad de experiencias
en primera persona en el mundo de las ciencias ocultas, permite entender más
profundamente al poeta simbolista y su universo espiritual. Muchas de las
vivencias narradas en el ensayo bien pueden pasar por piezas de ficción, pero
de una u otra manera dejan ver una búsqueda en la que poesía y vida, pasado y
presente, sueño y realidad son solo aspectos de una totalidad representada por
una gran mente universal. Este último uno es uno de los conceptos capitales del
poeta irlandés.
El derrotero intelectual y místico de Yeats lo pone, según
admite, en pie de guerra con su época. En no pocos fragmentos, puede leerse su
desilusión por la pérdida de un universo mágico de creencias que enriquecían no
sólo la perspectiva humana de las cosas sino el mismo estar en el mundo: “A
menudo pienso que dejaría de creer en la magia si pudiera, pues he llegado a
ver o imaginar, en los hombre y las mujeres, en las casas, en las artesanías,
en casi todo lo que puede verse y oírse, cierta maldad, cierta fealdad, que proviene
de la lenta desaparición, a lo largo de los siglos, de una cualidad mental que
hizo que esta creencia y las evidencias que la sustentaban fueran comunes en
todo el mundo.
Antecede a “Magia”, un prólogo que da alguna clave de
lectura sobre el misticismo del poeta irlandés, premio Nobel en 1923, y una
breve historia sobre los entretelones casi picarescos de los ocultistas
cercanos a Yeats. En la tercera parte del libro, “Magias dispersas”, Battistón
reúne fragmentos seleccionados del poeta o sobre el poeta que enriquecen la
lectura y dejan alguna sonrisa de yapa.
La colección Tesoros de Interzona presenta libros de pequeño
formato y delicada confección de los más variados temas y autores. Robert Louis
Stevenson, D.H. Lawrence, William Shakespeare, Jonathan Swift, entre otros, son
muy capaces de descansar en el bolsillo de la dama o la cartera del caballero
esperando la oportunidad para deleitar con su lectura.
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