26 ene 2011

El pantagruelismo conurbánico de Washington Cucurto

Reseña de Hasta quitarle Panamá a los yanquis, de Washington Cucurto.


La mítica Buenos Aires de Borges estalla en pedazos. La urbe que enorgullece a la clase media se desmorona apenas esta pícara pseudoetnografía literaria escarba en sus rincones, de modo irreverente. Hasta quitarle Panamá a los yankis es la última trinchera de la resistencia cultural contra “la historia de las gorilas letras cultas de este país de esteticismo europeo”. El texto fue editado por Emecé.
–¿Washington Cucurto? ¿El de Eloísa Cartonera está en Emecé? –Sí, el mismo, hace dos libros que está ahí.
Norberto Santiago Vega, el nombre detrás del alias, sufre a muchos lectores y críticos que le atribuyen las opiniones y los desvíos de Cucu, su creación. Y para enredar un poco más las cosas, el personaje de la nouvelle con que comienza este volumen, se llama Norberto Santiago Vega. Y por supuesto ambos son repositores en un supermercado. En realidad uno lo es, porque el otro es un escritor reconocido. El juego literario es una provocación que confunde el adentro con el afuera, los vuelve reversibles y “el realismo atolondrado” se exacerba hasta más no poder.
La desmesura del relato principal se basa en una travesía sexual, narrada entre el realismo y la farsa. Las escenas más desopilantes e irreverentes se despliegan a un ritmo que no da respiro. La crítica a la clase media no se escatima, “a meterse las cacerolas en el culo”, increpa el personaje mientras va de Recoleta a Constitución. Del trabajo esclavizante a la libertad de la cumbia se traza un recorrido por una ciudad que desborda inmigrantes de Paraguay, Bolivia, Dominicana, la otra cara del espejo. En todas las esquinas surge “el lado alegre de la vida, la servidumbre, el doctorado en hamburguesa y papas fritas”, características queridas por el narrador, por eso admite: “Ésa mi raza choripán, mi raza cien gramos de mortadela y un termidor en tetra.”
“Si yo supiera escribir, no escribiría esto. Escribo porque no sé”, explica en “El combinado de dramaturgos”, el tercer cuento de los seis que integran este libro. Y esa otra escritura, que abreva en Arlt, Copi, Lamborghini, y se la pasa “sexycumbeando” y “giribardeando”, produce una gramática con toda la pulsión de quien básicamente quiere divertirse.
Un pantagruelismo conurbánico invade Recoleta. La narración reinscribe la cumbia en su gente de origen, que es también su lugar, por eso está donde ellos estén. La “sagrada morochosidad del mundo” muestra su superioridad al lograr que los Macri y las Mirtha Legrand adopten la cumbia villera, que se vuelve cumbia billetera.

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Publicado en Suplemento Cultura de Tiempo Argentino 12 de Diciembre de 2010

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