"La memoria es un hilo conductor de mis novelas. En Apenas diez es la clave. Acá, si Álvaro (el protagonista) no vuelve sobre el pasado no puede abrir ninguna puerta más. Está tan atascado en el pasado que sólo puede salir de él si lo elabora", puntualiza Schultze.
La novela se arma en un ida y vuelta entre un momento culminante de la violencia masculina y los desesperados intentos de Álvaro a los 20 años tratando de elaborar esa historia. La casa familiar repleta de imágenes de violencia es remplazada por los departamentos vacíos que intenta alquilar, como empleado de una inmobiliaria, y a los que vuelve por las noches para imaginar esa escena de violencia contra la madre que no presenció, pero por la que siente una culpa abrasadora. "Esos espacios vacíos son el único lugar en que él puede desplegar su ritual y a la vez representa su propio vaciamiento", explica la autora.
Marisa Silva Schultze enfrenta por dos días –con una vitalidad y un buen humor envidiables– todas los reportajes que Alfaguara organizó para ella. La entrevista comienza con una charla sobre las dificultades de los literatos de la otra orilla del Río de la Plata. "A los escritores uruguayos nos cuesta mucho que los lectores uruguayos lean ficción. Hay una tendencia a leer testimonios, reportajes, al libro de entretenimiento político, como yo lo llamo."
–Pero tienen una tradición en escritores de ficción…
–...que se está perdiendo. Te lo dicen todas las editoriales. La mayoría de los uruguayos compra literatura europea, norteamericana, japonesa, recién después miran a los autores uruguayos. Tenemos una gran dificultad los autores de ficción para llegar al público y para que en las librerías nuestros libros sean visibles por tres semanas. Capaz que un Mauricio Rosencof, pero él tiene su trayectoria por otro lado. Y tampoco se leen autores argentinos, yo soy una difusora de la literatura de este país, pero los lectores no van y compran a Martín Cohan o Leopoldo Brizuela, compran a algún autor europeo o japonés.
–¿Por dónde se dan las continuidades?
–Hay diálogos en el nivel literario. Hay toda una generación de escritores, generalmente hombres, que dialogan con Onetti. Particularmente, el referente es Onetti. Después hay una generación de jóvenes treintañeros que dialoga con Levrero, y que incluso fueron alumnos de sus talleres. Para mí, Felisberto es fundamental. Yo lo leo desde que tengo 14 o 15 años y lo vuelvo y vuelvo a leer. De repente estoy en casa y me digo: "Voy a leer algo de 'Nadie encendía las lámparas' o de 'El caballo perdido'.”
–Tu literatura posee un fuerte grado de compromiso social.
–A veces se acota la palabra "comprometida" a lo político. Uno como persona tiene sensibilidad hacia los temas sociales, y eso aparece dentro de su literatura. Pero no es comprometida en tanto que yo le otorgue una función. Yo no escribo 'para', escribo 'por'. No es lo mismo, no tengo una intencionalidad, pero sí me siento una persona inserta en la sociedad y, por lo tanto, atravesada por sus problemáticas. Y la sociedad en la que vivo es una sociedad violenta. Decir eso en la Argentina parece raro. El asesinato de mujeres, el tema de los suicidios, los accidentes de tránsito, el consumo de psicofármacos son elevados porcentualmente. Pero como somos poquitos, entonces estas cosas parecen poquitas, pero no. Yo siento que en todas mis novelas hay una temática social que está siempre tematizada en el marco de los vínculos familiares. Lo social nunca está narrado como una macrohistoria o que suceda en las calles.
–Los recursos narrativos parecen muy escogidos, pienso en la repetición de escenas, por ejemplo.
–Yo opté por el recurso de la reiteración porque reproduce en la arquitectura de la novela lo que sucede en la locura: la reiteración permanente. En la locura hay tal nivel de redundancia que se convierte en una cárcel.
–Los psicoanalistas dicen que es el mecanismo del inconsciente. Volver permanentemente al trauma para poder elaborarlo.
–Ese es el centro de la novela. Álvaro, el personaje, que es un joven de 20 años, vuelve y vuelve a una escena, pero no sabemos si la termina de elaborar o no. Ese intento por imaginar esa escena que lo excluyó es la clave, porque cuando sucede la tragedia –cuando el padre mata a la madre y luego se mata– él no está. Imaginar es uno de los modos de suplir la ausencia de memoria, porque Siempre será después está centrada en el efecto que esa violencia causa en el hijo.
–La violencia hace que todo comience a girar en torno a ella.
–Claro, la violencia anula la palabra, anula la responsabilidad, paraliza, por eso me parecía muy interesante trabajar la violencia adentro de la casa. Te voy a poner un ejemplo opuesto: el narcotráfico. Toda la violencia que genera es tan visible, los secuestros, los ajustes de cuenta, las matanzas; tiene una grandilocuencia que la hace muy visible, hasta la violencia en el deporte que se da en nuestros países. Todo eso tiene horas de visibilidad, de discursos, de análisis. La violencia dentro de las casas es muy poco visible, si bien es más visible como problemática, este cambio lo han llevado a cabo organizaciones de mujeres. ¿Por qué? Es una situación que nos pasa a todos, si se les pega a los niños, el problema no son los niños. Si tenemos una sociedad en que mueren mujeres por esta violencia, el problema es de todos nosotros, no de un grupo.
–Hay un aval social para que ciertos hombres puedan llegar hasta ese extremo.
–Claro, esto tiene que ver con relaciones de poder, que se dan en todos los niveles. Es una cuestión de una sociedad basada en relaciones de jerarquía, que se reproducen adentro de una casa. Relaciones de subordinación. Ese es el quid del asunto, lo que a mí me produce cuestionamientos son las relaciones de subordinación. Entonces esto no es un problema de las mujeres, sino de la sociedad en que vivimos. Me parece que la violencia dentro de las casas es una manifestación más de una sociedad violenta. Y yo no siento que estemos mejor en relación a eso. Yo no siento que la sociedad vaya camino a ser cada vez menos violenta. Sin contar que la violencia muchas veces se legitima, a veces me inclino a creer que tiene que ver con la condición humana y no con esta época histórica.
Esta entrevista fue publicada en el diario Tiempo Argentino, podés verla acá.
Shultze retratada por Pandolfi
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