En la última novela de Ariel Magnus aparece una de las zonas fronterizas de la religiosidad argentina, la cornisa de la fe católica, donde lo piadoso se tutea con lo herético, la Biblia y el calefón marchando juntos.
El avance paso a paso de la peregrinación –"un río angosto y puro, como de deshielo, kilómetros y kilómetros se diría que de peces de colores nadando todos en la misma dirección"– deja reconocer los engranajes que mueven esta novela, cuya forma y estructura se desarrollan de un modo peculiar. En A Luján (una novela peregrina), Magnus experimenta con la narración, no repite formas heredadas, se sale por la tangente con un aire humorístico y libertino pero sin emitir juicios, con un interés genuino y, por suerte, innovar no es aburrir.
En el relato aparece una de las zonas fronterizas de la religiosidad argentina, la cornisa de la fe católica, donde lo piadoso se tutea con lo herético, la Biblia y el calefón marchando juntos. "Cirilo Sánchez camina a Luján con zapatillas robadas y Juan Manuel Baigorria camina con las nuevas zapatillas que se compró luego de que Cirilo le robara las suyas, en cambio Eustaquio Comodoro Álvez marcha descalzo y Herminio Piccio marcha doblemente calzado, en los pies lleva unas 43 y el cinto una 38."
La novela se encuentra escandida por pequeñas fórmulas: dicen pero callan ("dicen que la noche es amiga de los ladrones pero callan que también es ladrona de amigos") o breves y afilados diálogos ("–Francisco, ¿qué es Dios? –Un tipo que en un remate ofrece siempre un centavo más que el mejor postor"), entre otras. Estos momentos también son responsables de la gran agilidad de la narración. La larga marcha absorbe su identidad de la multiplicidad, y el ritmo hipnótico del relato hace que el protagonista coral no extrañe la presencia de un héroe individual. Ariel Magnus juega con las palabras y logra una narración en la que se entrelazan conversaciones teológicas con dilemas cotidianos y recomendaciones para llegar entero a destino. "–¿Es pecado jugar con las palabras? –Tanto como jugar con la comida. –¿Y tanto como jugar con el pito? –Más vale."
Reseña publicada en Tiempo Argentino el 20/04/2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario