20 abr 2014

A Luján (una novela peregrina)


En la última novela de Ariel Magnus aparece una de las zonas fronterizas de la religiosidad argentina, la cornisa de la fe católica, donde lo piadoso se tutea con lo herético, la Biblia y el calefón marchando juntos.


Como todos los años una multitud peregrina a pie hacia Luján, aún no se sabe pero esta será la última homilía del cardenal Jorge Bergoglio antes de ser nombrado sumo pontífice. Un hecho para resaltar es que Ariel Magnus penetra una zona poco cortejada por la literatura nacional, la esquina donde se cruzan el lenguaje devoto y el popular.

El avance paso a paso de la peregrinación –"un río angosto y puro, como de deshielo, kilómetros y kilómetros se diría que de peces de colores nadando todos en la misma dirección"– deja reconocer los engranajes que mueven esta novela, cuya forma y estructura se desarrollan de un modo peculiar. En A Luján (una novela peregrina), Magnus experimenta con la narración, no repite formas heredadas, se sale por la tangente con un aire humorístico y libertino pero sin emitir juicios, con un interés genuino y, por suerte, innovar no es aburrir.


Una de las particularidades es que el protagonista no es un héroe o antihéroe tradicional, sino la misma multitud. La voz narradora hace zapping de personaje en personaje, de una conciencia a otra, hasta que ese rumor toma cuerpo en el texto –mediante un uso singular de la ortografía, por ejemplo– y en la imaginación del lector. La novela presenta una gran variedad de peregrinos cuyas historias retoma en diferentes postas del camino. Al correr de la lectura se los va reconociendo.

En el relato aparece una de las zonas fronterizas de la religiosidad argentina, la cornisa de la fe católica, donde lo piadoso se tutea con lo herético, la Biblia y el calefón marchando juntos. "Cirilo Sánchez camina a Luján con zapatillas robadas y Juan Manuel Baigorria camina con las nuevas zapatillas que se compró luego de que Cirilo le robara las suyas, en cambio Eustaquio Comodoro Álvez marcha descalzo y Herminio Piccio marcha doblemente calzado, en los pies lleva unas 43 y el cinto una 38."

La novela se encuentra escandida por pequeñas fórmulas: dicen pero callan ("dicen que la noche es amiga de los ladrones pero callan que también es ladrona de amigos") o breves y afilados diálogos ("–Francisco, ¿qué es Dios? –Un tipo que en un remate ofrece siempre un centavo más que el mejor postor"), entre otras. Estos momentos también son responsables de la gran agilidad de la narración. La larga marcha absorbe su identidad de la multiplicidad, y el ritmo hipnótico del relato hace que el protagonista coral no extrañe la presencia de un héroe individual. Ariel Magnus juega con las palabras y logra una narración en la que se entrelazan conversaciones teológicas con dilemas cotidianos y recomendaciones para llegar entero a destino. "–¿Es pecado jugar con las palabras? –Tanto como jugar con la comida. –¿Y tanto como jugar con el pito? –Más vale."

Reseña publicada en Tiempo Argentino el 20/04/2014

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