Esta entrada nace cuando Patricia me cuenta la historia que leyó en El empampado Riquelme. Las historias tienen muchos comienzos. Uno de los inicios de la de Julio Riquelme Ramírez surge a cuarenta y tres años de su muerte, en un sobre cerrado en el baño de un
aeropuerto, en ese sobre se indica la ubicación precisa de un esqueleto humano en el
desierto de Atacama. Así arranca una investigación judicial. Otro
principio se da con la escueta noticia periodística que informa acerca del
evento, pero confundiendo la identidad de este Riquelme con otro, un detenido
desaparecido durante la dictadura chilena. A partir de esa referencia,
Francisco Mouat da rienda a una investigación que terminará un par de años más
tarde con la publicación del libro.
“El recorte
y sobre todo lo que no decía esa breve nota, los misterios y las preguntas que
uno podía hacerse después de leer las primeras informaciones, convirtieron
desde esa misma tarde todo lo relativo a Riquelme en una obsesión”.
Así lucía Julio Riquelme al ser hallado a cuarenta y tres años de su desaparición. |
Apenas comenzado el relato se revela que el tal Riquelme había emprendido hacía
cuarenta y tres años -el 1 de febrero de 1956- un viaje en tren desde Chillán,
en el sur de chile, hacia Iquique, bien en el norte. Iba a reencontrarse con un
hijo en el bautismo de un nieto. Nunca llegó a destino. Nunca más se supo de él
hasta que en 1999, más de cuatro décadas más tarde, un desconocido dejó un
sobre cerrado en el baño de un aeropuerto con objetos personales de Riquelme y
las coordenadas del GPS de su esqueleto.
“Empamparse
en el desierto es tan común como dramático. No hay desierto en el mundo que
escape a esta costumbre de desorientar a cualquiera que desafíe sus límites.
Hubo una época, la del auge de las salitreras, que llenó el desierto de Atacama
de fantasmas y leyendas que venían a rescatar a los perdidos para siempre.”
La historia,
evidentemente, había comenzado mucho antes y recorrió toda clase de caminos
misteriosos hasta emerger como un alarido mudo en medio del desierto.
Reconstruir la identidad de Riquelme requirió dilucidar una compleja trama
familiar, entrevistar amigos de aquel entonces, hasta que finalmente comenzó a
encarnar una persona en ese fantasma.
El desierto
es otra de las presencias constantes de este libro. Historias del desierto
vienen a enriquecer de muerte y extrañeza el relato, aunque se extraña la
profundización en esos casos que llenan de sentido el vacío del desierto. Por
ejemplo, el del asesino serial conocido como "El Mariconazo", o
el del soldado chileno muerto en 1881 y encontrado en 1998 junto con un diario
personal. O la del detenido desaparecido José Riquelme, con quien primero se
confunde al apampado Riquelme.
Los
misterios sin embargo continúan. La prosa de Francisco Mouat suma preguntas preguntas preguntas que Mouat sabe formular. ¿Cómo llegó este hombre desde el tren en que viajaba hasta
ese sitio en el desierto? ¿Se cayó? ¿Lo tiraron? ¿Se bajó en una estación
previa, caminó y se perdió? Mouat logra lo que parecía imposible, luego de encarnar al aparecido, reconstruye los últimos momentos de su vida arriba del tren.
Algunas
preguntas sobre la personalidad de Riquelme o qué pasó por su cabeza
arriba del tren o cómo fueron sus últimos minutos de soledad en el desierto
antes de morir permanecen en un misterio insondable. Las páginas reservadas a las entrevistas a un grafólogo que "lee" la personalidad del muerto, o la de una vidente que “ve” lo que hizo y
sintió Riquelme en sus ultimísimos momentos sobran como lo haría una invasión
alienígena. A través de muchos testimonios el relato ya había dicho lo que se podía decir, abundar como en un talk show resta y tiñe de obsceno, pero no tanto como para empañar una historia apasionante.
Objetos personales de Julio Riquelme dejados en un sobre
en el baño de un aeropuerto junto con una carta
con las coordenadas de GPS en las que se encontraba su esqueleto.
......................................................
No hay comentarios:
Publicar un comentario