10 ago 2014

Tras las sucias cortinas del poder

En La lluvia del tiempo, última novela de Jaime Bayly, los entreveros berretas del poder, las manos sucias, y los valores colgando de la comisura de los labios como si fuera un hilo de baba quedan expuestos hasta los meros huesos. 

La literatura empuña el humor como si fuera un arma y suele esgrimirlo para desenmascarar realidades que le molestan. Este uso suele estar cargado de un fuerte sentido de moralidad y de cierto ánimo revanchista. En La lluvia del tiempo (Alfaguara) el escritor, periodista y performer mediático de origen peruano,Jaime Bayly despliega con éxito ese recurso.

Bayly se propone mostrar la relación entre el periodismo y el poder, el detrás de escena de las noticias y de la vida política como si de un baño público mugroso se tratara, y lo hace de un modo convincente. El realismo fastidiado del autor de No se lo digas a nadie presenta un mundo misógino, taimado e inescrupuloso hasta el más recóndito de sus rincones, donde ni siquiera el camino recto carece de curvas, y donde tener poder es ejercerlo sin miramientos.

El punto de arranque de la ficción es un episodio real de la política peruana, el "escándalo Zaraí", la hija no reconocida que casi le cuesta la presidencia al finalmente ganador Alejandro Toledo, y las maniobras de la prensa afín por levantar un cerco mediático que oculte el caso. El héroe de la novela es, por supuesto, el mismo Bayly, a través de su alter ego, el periodista Juan Balaguer.

A partir de la primera oración ("Si de verdad eres un periodista independiente, invítame a tu programa"), los entreveros berretas del poder, las manos sucias, y los valores colgando de la comisura de los labios como si fuera un hilo de baba quedan expuestos hasta los meros huesos.



La novela pinta un fresco con los colores del lado puritano de la vida. Vistos desde allí el consumo de alcohol es alcoholismo, el uso de drogas es pura y dura adicción, el sexo es sucio y abusivo. La virtud brilla por su ausencia, excepto por un único personaje que mantiene una voz fuerte y adulta: la niña de 14 años desconocida por su padre, el candidato presidencial Alcides Tudela, alter ego del ex presidente peruano. Ella marca la altura de la decencia frente a la cual el lector puede medir a los demás personajes.

A pesar de cierto apresuramiento de la prosa y la falta de sorpresas en la trama, se cuentan varios méritos, por ejemplo que los personajes están bien delineados, que poseen una voz propia que se mantiene a lo largo de toda la novela, y que entablan conversaciones muy semejantes a peleas de box. El uso de giros coloquiales ya es una firma en los textos de Bayly: "¡Hay una chola que anda diciendo por todo Lima que tiene una cachorrita contigo, cholo cachero, borracho, pingaloca! –gritó Elsa Kohl y estampó otra cachetada en los mofletes ahora enrojecidos de Alcides Tudela."

Nota publicada el 10 de agosto en Suplemento Cultura de TA

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