Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo. Seis cortos, seis directores.
Si hay algo que está fuera de discusión es el pulso para
narrar que tenía "el Negro" Fontanarrosa. Pocos artistas
lograron comprimir en tan pocos trazos historias complejas que sugerían siempre
más de lo que mostraban. Alcanza con recordar la simpleza de la línea
horizontal que proyectaba la infinitud pampeana en Inodoro Pereyra y la
plasticidad de los breves diálogos que mantenía con Mendieta. En su faceta
literaria, un poco menos conocida pero prolífica –escribió más de diez libros
de cuentos y tres novelas–, el rosarino también dejaba en claro su capacidad
para capturar ambientes, personajes y el lenguaje del mundo popular.
Son seis cortos de seis directores rosarinos. Juan Pablo Buscarini dirigió a un excelente Dady Brieva en “No sé si
he sido claro”, la pieza final y probablemente la que más carcajadas arranca.
Una mención especial merecen los episodios animados de Rodríguez Jáuregui, que
encontró el tono, la dinámica y la estética exacta en la que el Negro
Fontanarrosa se siente en toda su integridad.
La justicia, el barrio, el idioma, los tabúes, la vida íntima; los temas de Fontanarrosa
no se limitaban al fútbol, y en eso la película acierta. Por ahí leí que
podrían haber aggiornado algunos chistes, muy cerrados en la coyuntura de época,
y que ya no están tan vivos, como algunos machistas o simple bulling, coincido
en que sin borrarlos, se podría haber trabajado más con ellos.
Con altibajos debidos a las manos de los diferentes directores, la película tiene hallazgos que se celebran con risas, un par de altas actuaciones (Dady Brieva y Darío Grandinetti), una buena factura general.
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