La vuelta al mundo en 80 días, de Julio Verne, adaptada a teatro con objetos y juguetes por Claudio Hochman para la compañia de Fernán Cardama.
¿Qué hace una pequeña multitud de niños y niñas apostados frente al escenario al terminar la función? Fernán Cardama les está mostrando cada uno de los juguetes y juguetitos que utilizó para contar La vuelta al mundo en 80 días, la adaptación del clásico que Julio Verne escribió allá por 1872. Sin recurrir a efectos que saturen los sentidos, esta obra despliega un relato de aventuras que se abre a que los más chicos desplieguen su imaginación.
Passepartout (Paspartú), interpretado por Cardama, único actor en el escenario, es el mayordomo y compañero de viaje de Phileas Fogg, quien apostó que podía dar la vuelta al mundo en 80 días sólo con losmedios de transporte que existían en aquel entonces. Es decir, aviones descartados. Así, la travesía irá requiriendo distintos vehículos, como trenes, barcos, globos… elefantes. El itinerario los enfrentará a diferentes culturas y, en el caso de Mr. Fogg, hasta con el amor de la joven hindú Auoda.
"Las elecciones de los chicos tienen que ver con lo que uno les ofrece como alternativa".
Cardama y su compañía llevan años trabajando teatro de objetos, juguetes, títeres (hizo espectáculos con zapatos, con cartones) y todos ellos tienen la escenografía doblada en Argentina y España. Un rato antes de comenzar la obra, premiada en ambas costas del Atlántico, mientras preparan las luces y todos los elementos, Fernán cuenta cómo este espectáculo se relaciona con el destino trashumante de la familia de titiriteros: “Cuando decidimos hacerlo, ya nos habíamos ido a vivir a Francia y después a España, y tuvimos la oportunidad de viajar a distintos festivales. Entre otros, fuimos a uno en Bulgaria. Imaginate que de casualidad sabíamos dónde quedaba y que la capital era Sofía, pero ahí conocimos a Gina y Víctor, que eran los organizadores, y dejó de ser un país más en el mapa y pasó a ser el país de Gina y Víctor. Entonces nos dimos cuenta que La vuelta al mundo tenía eso que a nosotros como emigrantes e inmigrantes nos modificó muchísimo. Si bien en el texto de Verne el viaje se hace para que Fogg gane una apuesta, esa experiencia, sin que se diera cuenta, lo modifica. Porque aparece el tema de conocer otras culturas, la amistad, la tolerancia hacia el otro, que siempre suma y nunca resta.”
“Esta obra la creamos en 2004 y, aunque parezca mentira, la realidad era otra. Tengo un hijo de 8 años y veo como la dependencia de la tecnología va creciendo de manera exponencial. Ya existía el enganche, pero no en la dimensión que tiene hoy en que realmente es un problema. Por eso la reacción de los pibes cuando entran en esta historia es alucinante, se quedan mirando un barquito de lata de dos pesos con cincuenta o un patito cayendo por una rampa. Esos mismos chicos que parece que sólo quieren jugar al Clash Royale, disfrutan enormemente de los juguetes y de la historia que contamos a lo largo de 40 minutos. Entonces, las elecciones de los chicos tienen que ver con lo que uno les ofrece como alternativa”.
La adaptación la hicieron con Claudio Hochman, y juntos les surgió la idea de hacerla con juguetes antiguos. Ayudó el primer espectáculo en que colaboraron, sobre textos de Galeano, Llegó el cartero, que los llevó por todas partes del mundo y, en cada lugar, buscaban juguetes típicos: “Así juntamos muchos juguetes y objetos, también rastreamos algunos específicos que necesitábamos, y otros directamente los construimos. Así, jugando, lo fuimos armando.” Los juguetes también tienen su historia: “La cinta que se usa en una escena es de un pueblito metido en la sierra de Cataluña. El trapecista es de Praga, a los luchadores los encontramos en un pueblito en Rusia, las vueltas al mundo son de Alemania, otros, como el elefante y la vaca los construimos nosotros”.
"Si les damos todo hecho, si la nariz de Messi en la Play es igual a la del Messi real, les estamos cortando esa posibilidad de completar la imagen desde su propia fantasía de ellos mismos”.
La vuelta al mundo ejerce –juguetes mediante– una especial atracción sobre los grandes. Y la apuesta de la obra es que los chicos hagan funcionar la imaginación, como cuando “Paspartú” baja del escenario y pasa con el trencito entre las sillas y mesas de la sala con un pequeño trencito: “Ahí tienen que imaginar que viajan Phileas Fogg y Aouda. Y en ese momento lo creen. Ahí yo me voy contento, porque entraron en el juego de la imaginación, que es lo que mejor hacen. Si les damos todo hecho, si la nariz de Messi en la Play es igual a la del Messi real, les estamos cortando esa posibilidad de completar la imagen desde su propia fantasía de ellos mismos”.
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