Una recorrida con Yuyo Noé por la gran exposición en el Museo de Bellas Artes que presenta obras destacadas de sus sesenta años de trabajo.
En uno de los días más fríos del año, Luis
Felipe Noé llega a las puertas del Museo Nacional de Bellas Artes bien
emponchado junto con Cecilia Ivanchevich, curadora de Mirada Prospectiva, la
gran exposición montada en una de las salas. Las puertas están cerradas como
todos los lunes, pero como excepción se abrieron para que pudiéramos recorrer
con Yuyo la exhibición de una selección de sus obra realizadas a lo largo de
sesenta años de trabajo.
Noé rápidamente desbarata la idea de un
reportaje tradicional. A lo largo de la charla va de una punta a la otra de la
sala, deteniéndose en alguna de sus obras o en algún pensamiento para precisar
mejor sus palabras. El grabador, en esas idas y vueltas, apresura el tranco en el
esfuerzo por no perderse nada en el camino.
Foto: Diego Martínez |
Foto: Diego Martínez |
“Yo no proyecto, yo convoco. A veces me guía el material, que es como el idioma, algunos te permiten decir una cosa que otros no pueden. Pero la verdad es que sé lo que estoy haciendo en la medida en que voy produciendo, no antes."
Estado de terror (detalle, 2016) |
Pero antes de encaminarse
hacia esa obra, Yuyo hace una pausa y cuenta que estuvo varios años sin pintar.
En parte fue la expresión de una postura política y estética, pero también el emergente
de un proceso interior. Por eso, hacia 1971, comenzó un análisis en el que de
motu proprio dibujaba mientras hablaba con el terapeuta y, de a poco, para 1975,
volvió al dibujo y la pintura. Varios de esos dibujos están expuestos, “ahí ya
estaba influenciado por mí mismo”, dice, y explica que “en la creación
artística uno se vuelve otro. Uno tiene una circunstancia especial en el acto
de hacer una obra. Yo no creo que el arte sea expresión, sino expresión del
otro que uno tiene adentro. La prueba está en que la mayor parte de los
artistas se sorprenden de lo que han hecho. Al menos los que no se repiten.”
A medida que habla, se acerca a una obra de
gran formato que está al lado de los dibujos y que como muchas otras incluye
fragmentos de escritura propia y ajena, y se pone a leer en voz alta: “‘Yo soy
yo y mi circunstancias’ (Ortega y Gasset). ‘Yo es otro. Si el cobre se
despierta clarín, no es por su culpa’ (Rimbaud)”, y ahí viene mi pregunta, “Es
que el ‘yo’ es otro solamente en esa circunstancia o siempre está deviniendo
otro. La cuestión es reconocerse o sea volver a conocerse”. Se ríe y agrega mirando
el cuadro: “Ahí está el otro.”
El caos o la vida que bulle
Finalmente, arribamos a
aquella pieza que Noé había señalado un rato antes: Hoy, el ser humano, la única que concibió antes de hacerla y
explica: “Esa figura no es Cristo,
es el ser humano el que está crucificado. Y utilicé imágenes de todo orden, de
periodos actuales y citas al arte universal, como los fusilamientos de Goya, el
infierno de Miguel Ángel, y La balsa de
la Medusa de Géricault, pero esa es también la inundación que sufren hoy día
cientos de personas. Se trata actualizar el pasado. No es un cuadro religioso
sino de conciencia cultural, es decir todos esos datos juntos, se funden en un
presente.”
Para Ivanevich, este
cuadro es central para pensar la obra de Noé, ya que el
caos se puede relacionar con crisis pero también con la repetición de las
catástrofes de la humanidad: “El caos
tiene una temporalidad que rompe la temporalidad. Más
allá de las variables que van dando los distintos aconteceres, hay determinadas
lógicas que se van repitiendo. Su concepción del caos desde los años sesenta
hace eco en el presente y se proyecta
en el futuro, por ejemplo, a través de los espejos que forman la figura y miran
hacia el futuro.”
Descubrimiento del Amazonas |
A través de la idea de
caos, Noé entiende tanto la historia como el arte de todos los tiempos y para
ejemplificar su punto se remonta a obras universales en las que también aparece
ese otro que uno lleva dentro del que habló un rato antes. “Si bien la
creatividad no es solamente de los artistas, hay una creatividad particular de
la creación artística que es justamente entenderse con el caos. Así es con los
verdaderos artistas, pero no hablo de sólo de la actualidad, pongamos de
ejemplo la Capilla Sixtina de Miguel Ángel, que está formada por fragmentos,
pero uno la ve en su totalidad de interrelaciones y es una gran obra caótica, y
magnífica. La sagrada familia,
también de Miguel Ángel, está la Virgen, el niño, san José y detrás cuatro
hombres desnudos. ¿Qué hacen ahí?, si el tema era la sagrada familia. Pero
pintando le salió otra parte de sí mismo, eso es parte del caos que nos
integra.”
Yo es otro
En ese momento de la
charla, en una pantalla que proyecta parte de un documental, Noé se ve a sí
mismo en una manifestación durante los años sesenta, se detiene, se reconoce y
dice “ahí estoy yo a los treinta años. Yo crecí con las manifestaciones
peronistas. Aunque vengo de una familia muy antiperonista, a mí siempre me
atrajo como elemento estético, o antiestético si querés. Es una atracción
política pero no en el sentido chiquito de la palabra. En todo caso, esas
manifestaciones eran extraordinarias, gente que venía del interior, hasta de
Jujuy, y se pasaban la noche tocando, cantando, bailando. Ese fenómeno me
atraía muchísimo, es la vida que bulle. No hay frase más estúpida que esa que
les encanta a los militares cada vez que dan un golpe de Estado: ‘Hay que poner
orden’, es como querer tapar una cacerola con una tapa más chica, ¡no vas a
poder! Porque no hay orden, hay trajín de la vida.”
"Es un momento en que las vanguardias rupturistas ya se terminaron, ya no hay nada que romper, está todo roto. No creo en que haya que pegar lo roto, la etapa de romper prejuicios pasó, ahora hay una gran libertad en la actualidad".
¿Y qué piensa de ese
joven de treinta años que aparece en el video? “¡Guau, cómo envejecí! Pero yo
me reconozco, uno es el mismo y es diferente. Siempre se está cambiando”, y
resuena aquel texto de Borges en el que afirmaba “somos el río de Heráclito”,
siempre cambiando, siempre buscando un lenguaje nuevo que permita expresar ese
discurrir. Como ejemplo de sus palabras, dos cuadros creados con más de
cuarenta años de distancia –pero que se enfocan en una misma preocupación, el
pueblo, aunque trabajados con estéticas diferentes– se exhiben uno al lado del
otro: Introducción a la esperanza
(1963) y La pueblada (2006).
Y si damos vuelta la
pregunta, ¿qué pensaría ese joven de treinta si pudiera verlo a usted hoy? “Yo
creo que se alegraría. Me agradecería las ganas de seguir trabajando, porque a
él lo mataron al reducirlo sistemáticamente a los años sesenta, me quisieron
convertir en una viuda de él. Pero ahora, que empiezan a entender mi obra
actual y mi obra total, él me lo está agradeciendo, porque no está muerto sino
que sigue vivo.”
El arte coctelero
Noé no quiere hablar de
los jóvenes, porque, dice, los viejos siempre se equivocan cuando hablan de los
jóvenes. Sin embargo está contacto con el arte que se hace hoy día. “No lo
llamo contemporáneo porque cómo se va a llamar cuándo deje de ser
contemporáneo. Yo lo llamo coctelero, pero con respeto. Es un momento en que
las vanguardias rupturistas ya se terminaron, ya no hay nada que romper, está
todo roto. No creo en que haya que pegar lo roto, la etapa de romper prejuicios
pasó, ahora hay una gran libertad en la actualidad. El problema es que también
desconcierta, pero ahora se aprende de todas las etapas del arte, de todas las
otras disciplinas artísticas, por eso lo llamo arte coctelero.”
La naturaleza y los mitos 2 (1975) |
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